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jueves, 7 de abril de 2011

Cisne Negro


El Cisne Negro tiene una excelente manufactura, aunque he de confesarles, queridos lectores, que esperaba un poco más de esa cinta tan publicitada en todos lados, y no digo, no, que no sea del todo mala, pero mis expectativas eran muy altas, claro que esta obra de suspenso, tiene todos los ingredientes básicos para lograr conmover al espectador, es una desquiciante puesta en escena, en la que parece que nada va a suceder y sucede todo, pero de verdad, que la actuación de Natalie Portman la hermosa actriz judía merece no solo el Oscar sino todos los premios que se le puedan dar, ya que borda un personajazo que siempre me mantuvo al borde de la butaca, realmente su paulatina transformación de una dulce niña a una vieja bien cabrona tan solo por figurar en los planos estelares de la compañía de danza, en la que, como si fuera intriga palaciega, se desarrollan eventos extraordinarios en los que la envidia juega un rol principal.
Yo, lo reconozco, no soy un dechado de virtudes, pero les juro por ésta (y no es albur) que jamás he sido envidioso, tan es así, que a mí, me da gusto si a otra persona le va bien, claro que no soy san Agustín, así que si a uno con menos talento que yo, le va bien en el mismo ámbito de trabajo, pues me re hierve el buche, pero no porque me cause dolor el bien de otros, sino más bien, por pena ajena, ya que, de seguro algo tuvo que hacer para posicionarse en un lugar que no le corresponde, conste que me refiero a la envidia como uno de los pecados capitales y lo abordo porque es una de las pasiones que mueven al mundo y no porque mi corazón albergue tan nefanda enfermedad espiritual.
Nina (Portman) siendo una bailarina de alto nivel pero con baja autoestima gracias a las manipulaciones cariñosas de su mamá, que a leguas denota su caprichoso juego de seducción materna para lograr conmover la voluntad de su hija, claro que no voy a contar toda la trama, si tampoco soy uno de esos dizque críticos, que sin duda saben mucho de técnicas cinematográficas, pero ni siquiera ellos, con toda su sabiduría, podrían predecir las reacciones de los espectadores del desenvolvimiento de la trama, pero en el caso del personaje principal del Cisne Negro, a mí, me provocó, primero un extraño desasosiego, luego una subespecie de ternura, hacia la mitad de la obra, me entró una perturbadora sensación cuando empezó a hacerse daño físico, como si quisiera castigarse por su impericia para manejar sus propias emociones, y en el medio de todas esas contradictorias situaciones que estaba viviendo, dos mujeres hermosas; una que se iba y otra que llegaba, le echaban encima sus ponzoñosos comentarios para impedirle llegar a su meta, que no es otro que la perfección como bailarina al interpretar el cisne blanco y el cisne negro, en fin que la película vale la pena las casi dos horas que dura, les aseguro que desde sus butacas se sentirán, como si fueran trepados en uno de esos juegos mecánicos que cambian de pronto de rumbo a toda velocidad, casi en vértigo sicológico en un entrampado juego de emociones, asómense a la cinta y se darán cuenta de lo que les hablo.
El trabajo de Natalie Portman, según los puristas de la danza, no es el mejor, pero no se han percatado de que la verdadera labor de la actriz es desde adentro y que al interpretar el papel, poco a poco, se deslinda de sí misma, para dar vida a un ser atormentado que viaja rumbo a su propia destrucción, bueno ya, mejor no le sigo con el mismo tema, porque acabaré dándoles el final de la película, conste que no les diré que el asesino es el mayordomo, y para mis detractores, que no son pocos, les aviso que no intento hacer análisis de la película, sino simplemente dar una opinión de lo que me pareció, podrá gustarles o no, pero tengo el derecho de decirlo como cualquier cinéfilo de a pie. Ya dije.

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