Les contaba en la columna anterior, que el sábado andaba amanecido, en una de esas parrandas en las que hay de todo un poco, desde buena compañía hasta el mejor uiski, aunque ya se sabe, que el que nos venden los gringos a precio barato, es pura marranilla, así que para curarme la cruda me fui a un puesto de fritangas afuera de la parroquia de Guadalupe, solamente que antes de darle el primer sorbo al plato de menudo, me topé con la agradable sorpresa de una procesión que salía desde el interior del templo más popular del globero pueblo, y es que, a mí, se me había olvidado por completo que era domingo de Ramos, conste que católico si soy y de hueso colorado, pero también es cierto que cuando me pongo hasta las chanclas se me borra la memoria de corto alcance, pues ahí estaba sentado en una mesita de la Corona, cuando de pronto, observé al mismísimo Jesús, bueno, no a él, sino a un jovencito que lo representaba montado en un burrito todo lagañoso, más atrás, se podía ver al pueblo con las palmas en alto y de fondo musical, el coro de la iglesia cantaba hosannas ante la entrada triunfal a Jerusalén, naturalmente que todo el numerito católico estaba integrado por los feligreses del padre de Alba, ya sé que no hay dinero que alcance para hacer algo similar a la puesta en escena de Iztapalapa, que es uno de los eventos más emblemáticos del catolicismo mexicano, que atrae a propios y extraños durante una semana de actuaciones estelares de los ciudadanos de los barrios de esa populosa zona del D. F, además, esta escenificación vernácula de los católicos de la colonia Hidalgo, tiene matices de ternura, es una de esas obritas, en la que lo que verdaderamente importa es el sentido metafísico que se le imprime.
Jesús envió a dos de sus discípulos para que entraran en la aldea y les dijo. “hallarán a un burrito atado, en el cual ningún hombre ha montado, desamárrenlo y tráiganlo, y si alguna persona, les pregunta que por qué lo hacen, díganlo que yo lo necesito para entrar a Jerusalén y que luego lo regresaré”, pero en la representación de la iglesia de Guadalupe, los integrantes del comité organizador lo alquilaron a don Juancho que les cobró cuatrocientos pesos por una vuelta rabona a la manzana, incluso, uno de los puesteros comentó que mejor él se hubiera puesto de burro, que eso se ganaba él durante todo el día, claro que dicho esto de pura broma, la verdad es que los fieles católicos del barrio, en su afán por preservar las tradiciones, se esfuerzan en cada evento del calendario litúrgico para conmemorar los diversos pasajes de los momentos más sublimes de la vida de nuestro Señor.
Tengo que confesar que hace muchos años no asistía a un domingo de Ramos en tan peculiares condiciones físicas, y a pesar de que fue un accidente fortuito, considero que el espíritu protector de mi amá tuvo algo que ver para llevarme ante la puerta del templo de Guadalupe, lo que pasa es que ella era muy católica, así que, cada año, acudía a la iglesia a comprar su ramo que luego colgaba en el dintel de la entrada de mi señorial residencia de dos cuartitos, en fin, que como quiera que sea, he podido disfrutar de tan magistral puesta en escena, que según Mateo en el capítulo 21, la gente del pueblo, tendía sus mantos por el camino al paso de El Señor, y otros cortaban ramas de los árboles para hacer caravanas al hijo de Dios hecho hombre y los que iban delante y los que venían detrás daban voces, diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en las alturas! Y entró Jesús en Jerusalén, y en el templo; y habiendo mirado alrededor todas las cosas, como ya anochecía, se fue a Betania con los doce". Oremos.
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