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sábado, 24 de octubre de 2009

Venida a menos


Ya no tiene ni en que caerse muerta, pero dicen que cuando tenía dinero, se sentía la divina envuelta en crema de chocolate, tampoco es que a diario haya comido pechuga de ángel, que las exquisiteces, al menos yo no conozco a alguno, no son muy del agrado de los ricos del globero pueblo, pero quienes la conocieron en su época de “niurich”, aseguran que era tan patética como la esposa de Wicho Domínguez, francamente yo jamás la quise conocer y eso que en su momento, me corrió varias invitaciones para sus espectaculares eventos, solamente que me daba miedo que tanta abundancia naca, de repente se desvaneciera como telón de fondo, a veces me daban ganas de asistir, lo confieso, porque el tentador siempre está a la vera del camino para murmurar al oído palabras suntuosas de placeres inconfesables, pero la templanza de mi espíritu fortalecido con ayuno y oración impidió que sucumbiera.
Ahora, luego de que estuvo meciéndose en los cuernos de la luna, vive muy apenas, dicen que con lo justo y necesario para seguir con el alma uncida al cuerpo, lo extraño es que su esposo o está escondido o tres metros bajo tierra, y no es minero, muchos mal intencionados aseguran que tiene la suite carcelaria de una “cherry” (Cereso por sus siglas en español), porque un día se lo llevaron para procesarlo con muchos cargos y es fecha que nadie lo ha vuelto a ver, dicen que si acaso sale, lo sacan en una urna, porque le dieron varios años, claro que la susodicha no comenta nada acerca de esto, y junta su dinerito para ir a verlo de vez en cuando, aunque la verdad, no se puede quejar de la vida, si hasta eso, ella fue la que más disfrutó de los miles de dólares que despilfarraba, porque en sus fiestas corría de todo a raudales, claro que al gusto de sus invitados, es decir no comían mariscos, pero sus frijoles charros si se los echaban, no bebían champaña, pero se empujaban harta marranilla hasta caer desmayados con los ojos como de huevo cocido.
Cuando la veo tan paupérrima me da ternurita y es que dicen los que saben de linajes y aristocracias, que tiene más un rico cuando empobrece que un pobre cuando enriquece, ahora sin sus esclavotas compradas en la “Joyería Tiffanys Guadalupe” y sus anillos de circonias con piedritas rojas muy monas, se ve como desnuda, es que si antes parecía muestrario del baratillo, ahora se ve como ociosa jubilada gringa que va todos los días al bingo a matar el tiempo mientras el tiempo la mata a ella, y claro que no tenemos los mismos círculos sociales, porque yo frecuento a pura gente decente y ella… mmm, como lo podría decir sin ofender a los legítimos hechiceros, se la pasa entre cartomancianas chafas, gurús videntes y Hermelindas Lindas con falsos poderes, pero esos fueron los único amigos que le quedaron a la hora de su quebranto económico y la ruina moral que la agobia, lo peor del asunto es que los que se sirvieron de ellos, que les pidieron dinero prestado, claro, como lo hacen estos tipos de gentes que tiran la lana, sin papelito de por medio, si les digo queridos lectores que nunca regresaron ese dinero, es como anunciar lo que ya se sabe de antemano, pero así fue, lo bueno de todo esto es que ella ya estaba acostumbrada a la pobreza porque aunque hay polémica en ese rubro, unos dicen que fue secretaria, otros, que peluquera, varios que era mesera de esas que toman con los clientes, en fin, que esta señora que antes tuvo como los acomodados de Saltillo, y ahora no tiene nada, parece que no desespera porque no espera nada, a veces dan ganas que este tipo de personas venidas a menos tuvieran una asociación o un club para que por lo menos se platiquen entre ellos de sus tiempos de gloria que nunca volverán, pero como decía mi tía Jacinta cuando amanecía con las patas hinchadas luego de la pachanga de la noche anterior: “pero lo bailado nadie me lo quita”, y si, dicen los viejos sabios que recordar es volver a vivir, aunque sea nada más para que les lloren los ojitos. Ya dije.

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