Los amigos que me la montaron, están igualitos que Beethoven, no oyen pero bien que componen, y ahora resulta que soy yo el que tiene pagar los platos rotos, porque ya se molestó una de las señoras de las que hablé en esta columna, a ver, como dijo Carstens a la hora de dejarnos caer el impuestazo: “no sean tontitos compatriotas y compatriotos es por el bien de todos” y es que yo lo que no quiero es que esta buena para nada siga amarrada a un hombre casado que no le da ni pa’l chivo, ya sé que han de decir ustedes queridos lectores, qué a mí qué diablos me importa, y a lo mejor tienen razón, pero es que me da harto coraje que una mujer se denigre al grado de tener que esconderse por los rincones como si Cri Cri le fuera a cantar la de la Muñeca Fea, y todo por estar amarrada a ese hombre que sirve para lo que sirven los que no sirven para nada, digo, si fuera uno de esos trinchones admirados por todos o que tuviera una brillante trayectoria, bueno, ya de plano aunque sea que se destacara por algo, es como el estiércol de gallina, ni jiede ni apesta, pues no estoy para contarlo ni ustedes para saberlo, esta mujer se ha dedicado en cuerpo y alma al señor que está casado por las tres leyes.
Lo malo es que no puedo decir que sea feo, porque tiene buena pinta, es de esos que de lejos parece y de cerca ni duda cabe, tiene tipo como de vendedor de seguros, con su pelito bien acomodadito, su ropita decente, digo no se viste de Armani ni de Hugo Boss, pero mínimo se pone sus camisitas Yale y sus pantalones Medalla; si fuera luchador sería el Súper Porky, si actor Chachita con peluca, si funcionario federal, le quedaría pintadito, el Gordo Carstens, dicen los que son bien mulas, que la bella dama no lo deja porque le da dos placeres; uno cuando se sube y otro cuando se baja, ya sé lo que han de estar pensando queridos lectores, que he dado demasiado espacio a las personalidades de los interfectos durante la semana dedicada exclusivamente a “Las Otras”, pero es que no pueden negar, aunque quieran, que estos suertudotes son perfectos conejillas de indias del laboratorio de esta Guillotina Social, porque tienen la misma dicha que el gallo en un gallinero ajeno, pero sin que les cueste un solo centavo, además, hecho que no es nada despreciable, tienen la envidia y la admiración de los otros caballeros que no pescan ni un resfriado, es más ni pagando los servicios cariñosos en los teibolugares de moda.
A ésta si la conozco, y un día, como que no quiere la cosa, le pregunté. “la dignidad, dónde queda?” se me quedó mirando fijamente a los ojos y me respondió con una pregunta: “Si tuvieras la oportunidad de ser inmensamente feliz, la dejarías ir?”, claro que no voy a transcribir lo que le contesté, porque tendría que ponerle piiippppppppp a todo “el espich”, naturalmente, le di mi opinión con la mano en el corazón y a ella se le hicieron agüita los ojos, pero no lo dejó y creo que a como van las cosas, será “la otra” más feliz del panteón, lo bueno es que sabe lo que vive, es decir no se engaña con falsas esperanzas de que el tipo se va a divorciar para casarse por la iglesia y finalmente, nunca se va a sentir demasiado desilusionada porque nada espera.
No tengo nada que temer respecto a esta señora, porque yo dije lo que dije bien claro, no puse ni de más ni de menos, pero estos que no oyen bien le compusieron una historia escabrosa de que había publicado detalles inciertos de sus amoríos, además, en mi descargo, francamente es una relación que estando escondida para un cierto sector, en círculos adyacentes dentro de un mundo paralelo, no se preocupen si no entendieron eso queridos lectores, porque yo tampoco lo entendí, pero lo que quiero decir es que no es el secreto mejor guardado de la historia del pueblo, así que si se enoja conmigo por lo que comenté, no que le ofrezca disculpas, si, hasta eso, no soy de los que tiran la piedra y esconden la mano, pero como decía mi tía Resurrección del Niño Jesús: “perdona si mis palabras te ofenden” solamente que fue a tu favor y no con el afán de lastimarte. Mark Winter, lo dice mejor que yo: “nadie está solo, ni en la virtud ni el pecado.
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