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lunes, 12 de octubre de 2009

No toquen mis ahorros

Yo no quiero que toquen mis ahorros.
Estos jijuelas son igualitos que mi tío Melitón que hacía negocios con el dinero ajeno, y si tenía alguna ganancia, era para él, pero si acaso por azares contrarios del destino, perdía los centavos, los que pagaban el pato eran los que le habían prestado, porque además era tan labioso como el Gordo Carstens que todo mundo creía en sus patrañas: “Es que este negocio no me puede salir mal, es tan bueno que los invito a participar con un préstamo porque de verdad los aprecio y para que ganen una firulilla, además para qué chingaos quieren el dinero guardado abajo del colchón, mejor inviértanlo y así van a participar de mi buena suerte” y quien sabe de qué manera, pero los compadres, los amigos de cantina, los cómplices de oreja y alguno que otro incauto desconocido creían lo que decía con tal convicción que todos le soltaban la lana con la confianza de que a la vuelta de algunos meses se los devolvería multiplicado siete veces siete.
Ya nos ha pasado otras veces, pero como la mayoría de los mexicanos padecemos alzheimer político, hemos echado en el olvido lo de que a principios de los noventa nos pagaban millones de devaluados pesos, y de la noche a la mañana le quitaron los ceros, y nos vendieron la idea de que eran Nuevos Pesos, pero no me quiero ir a otros sexenios del pasado porque tampoco deseo provocar una revolución social, nada más que me da mucho coraje, que encima de que ven como está la situación todavía quieren abusar del pueblo, dicen que por eso mataron al Choco por carrilloso, pero dónde está el Chapulín Colorado para que nos defienda, y es que ahora si esto ya no tiene remedio, estamos en el medio de una crisis económica mundial, no hay trabajo para nadie, todo está subiendo de precio, la violencia galopante nos asfixia, lo bueno es que a los jodidos no nos tocan los malandrines, si hasta eso, son buenas gentes con los pobres, son como Chucho El Roto, aunque estos no nos dan dinero, por lo menos no hacen leña del árbol caído.
Todavía me acuerdo de la publicidad pagada de nuestros impuestos, con la que nuestro actual presidente intimidó a todos los votantes: “López Obrador es una amenaza para México” y G-Lipe si tenía razón respecto al Mesías Platanero, pero se le olvidó decirnos que también él nos iba a mantener amenazados, porque en estos dos sexenios panistas nos ha ido peor que en los 71 años priistas, tengo que decir abiertamente y sin tapujos: no soy priista, pero tampoco tengo la desgracia de ser azul, pero mucho menos perredista, que a esos cuando los entierren en cajita blanca mancharán el ataúd de amarillo pollo, y no quiero sonar a “…los emisarios del pasado” pero hay días como estos en que extraño al PRI, no será que la crisis me está afectando tremendamente en las pituitarias del buen gusto o padeceré sin haberme percatado del síndrome de Estocolmo, para el que no sepa de que se trata dicho mal, consiste en que el secuestrado termina enamorándose de su captor, como el caso de mi tía Santiaga que tiene que lavar ajeno para comprarle las caguamas a mi tío Odilón y si el cabrón de mi pariente le pone su maraquiza, mi tía Chaga les grita a sus vecinos metiches: “A USTEDES QUÉ LES IMPORTA ES MI VIEJO Y ÉL ME PUEDE PEGAR CUANDO QUIERA”.
Yo que quería comprar un terrenito en el panteón municipal antiguo, que aunque todos los lotes son a perpetuidad, como que Gaucín les presenta una notificación de desalojo a los muertitos que nadie visita y los saca con lujo de fuerza para aventarlos en un costal y poder vender los terrenitos a precios módicos, pero ya que me trincaron mi afore, ahora no tendré, literalmente, donde caerme muerto.
Señor Jiová de los Ejércitos, no te pido que me des, nomás que me pongas donde hay y ahora que va a ser gobernador mi amigo Ramón Garza Barrios, al que no conozco en persona, que mínimo me dé un huesito de asesor, que al cabo yo si me baño todos los días, no como otros que siempre andan bien heidis oliendo al sudor seco del día anterior. Ya dije.

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