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lunes, 26 de octubre de 2009

Rafael Ramirez Heredia


No quiero ser arrogante, aunque francamente nunca he sido demasiado humilde, solamente ante los grandes, pero entre la perrada jamás y es que a muchos se les olvida que a pesar de que me veo de 30, bueno, de 35, okei, de 36, ya tengo muchos años en este negocio y nadie me puede venir a contar las muelas, lo que pasa es que el tiempo, ese que se cuenta arrancando hojitas del calendario Galván no sirve de nada para los amnésicos que tienen recuerdos nulos, claro que se hacen como el tío Lolo, pero ese es su problema , no el mío, y es que yo nunca he vivido en el pasado, naturalmente que los logros, efímeros o no, allí están para los que quieran asomarse a ellos, pero bueno ya se sabe lo que se dice que los obnubilados se trepan a un tabique y se marean, gracias al Dios de Israel que mis logros se pueden percibir de manera fehaciente en mi forma de redactar esta columna que nació hace muchos lustros, pero que sigue vigente gracias al talento que he sabido perfeccionar en la práctica cotidiana del oficio.
Rafael Ramírez Heredia, el escritor tampiqueño nacido en el D.F, bueno, es que él eligió al puerto para nacionalizarse tamaulipeco como su denominación de origen, me lo dijo alguna vez: “un día, si sigues por ese camino se te aventarán como fieras los que quieran ganar fama con el trabajo ajeno, pero nunca te dejes, ése Don que tienes, ninguna escuela, ni siquiera la gran universidad de las letras te la puede proporcionar, con eso se nace, lo único que tienes que hacer es sentarte ante la máquina que es juez, verdugo y consciencia, y tu manera de ver las circunstancias que es del común dominio es lo que te va a llevar al éxito interior, que al final es el éxito que vale la pena, porque los premios son adulaciones envidiosas de los que quisieran tener lo que Dios te ha concedido sin afanarte demasiado” y que me perdonen todos los demás, pero Don Rafael, el aprendiz de torero, el pescador, el hombre de mundo y al mismo tiempo hogareño, no era hombre de andar elogiando gratuitamente, tal vez, de él y de otros, aprendí que nunca debería decir a otros lo que no se merecían, por esa razón, cada vez que hablo bien de alguien, me fijo que sean las palabras adecuadas, porque en lugar de hacerles un bien, si miento les hago un daño casi irreparable, porque es muy fácil que si a cualquier persona se le entrega con pasión temeraria, un manojito de cualidades, por obtusos se sientan recipiendarios de lo que se expresa, lo difícil es demostrarlo con hechos, es decir, que sean humildes y puedan entender que como dice Antonio Machado: “se hace camino al andar” y del poeta español, aprendí que lo económico no es lo más importante del ser humano, que eso de la teoría marxista, no es más que una manera de jerarquizar a las masas entre pobres y ricos y el fin es la equidad, cuando la verdadera igualdad no es la posesión idéntica de bienes, sino de una educación pareja para todos.
Yo, nunca, y cuando digo nunca, quiero decir jamás, he puesto por encima de mis convicciones internas, la cuestión económica, que el dinero sirve para lo que sirve, y lo que es peor, que aunque el dinero contante y sonante sirva para comprar hasta conciencias y dignidades en este plano terrenal, en el otro, en que el realmente importa, no sirve de nada, es más, ni valor tiene, por eso, a los Papas, a la hora de ungirlos como Sumos Pontífices, les muestran una calavera para que entiendan que somos polvo y al polvo regresaremos.
Hoy recordé al Maestro Ramírez Heredia, autor de “La Mara” una novela extraordinaria que todo mundo debería de leer, y él, que no nació tamaulipeco, pero que eligió nuestra región que dormita a la margen del río, debería de ser reconocido en el estado, sobre todo en el globero pueblo para que las nuevas generaciones sepan de su talentoso tránsito por nuestras letras nacionales con una estatura realmente universal. Ya dije.

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