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martes, 21 de julio de 2009

El dedo y el sol


Ya nadie puede tapar el sol con un dedo, ni siquiera los adalides de la libertad de expresión, que en el pasado se trepaban a los altares de la patria para inmolarse en honor a Coatlicue, pero mientras se desgarraban las vestiduras estiraban la mano para recibir los dineros mal habidos de parte de los distintos gobiernos en turno, y es que ahora con esta maravilla del internet, con un click se sabe todo lo que ocultan los grandes diarios de circulación nacional y no se diga de los locales que siempre han dicho nada más lo que les conviene, pero si antes de boca a oreja todo se sabía, ahora con este invento del hombre blanco, no se puede esconder lo que es evidente, y es tan fácil su uso, que hasta mi sobrino de diez años sabe moverle a la máquina para solicitarle cualquier tipo de información.
Yo tengo buenos recuerdos de mi amistad con Mauricio González de la Garza, pero uno de los más bizarros es en el sentido de que a su casa llegaban los altos personajes encumbrados en la política nacional: Un día le marqué a su departamento del parque Hundido, y me advirtió que estaba con él, el rubicundo regordete Emilio Chuayffet, en otra época, secretario de gobernación en el lóbrego sexenio de Ernesto Zedillo, y divertido me contó que su desayuno de todos los días era demasiado ligero, es decir, café, fruta y cereal, así que el poderoso hombre segundo de a bordo del presidente de la república, se quedó con hambre y ni modo que le mandara traer gorditas del puesto de la esquina.
Esa mañana me dijo que iba a ocurrir lo que tanto había soñado para el país y es que como buen mexicano, lo único que El Maestro deseaba, era bienestar y prosperidad para todos, además de que cada compatriota, eligiera a sus propios gobernantes, aunque se equivocaran, como ocurrió años después con el nefasto Vicente Fox y su nauseabunda Martha Sahagún, claro que la alternancia en el poder es parte de la democracia, pero en ese tiempo, la sempiterna permanencia del PRI trepado en la palestra, era como dejar a los herejes en manos de Torquemada o a la iglesia católica mexicana bajo la férula del taquero espiritual Su Excelencia Monseñor Norberto Rivera Carrera.
Yo tuve la suerte de conocerlo y el privilegio de ser recipiendario de sus afectos; les cuento, queridos lectores: una vez llegué muy lastimado por un comentario cizañoso de una mujer cuyo nombre ya olvidé, y Mauricio, avisado por su anfitriona de cuya casa era huésped vitalicio, que estaba por llegar desde Reynosa, en su gira proselitista por Tamaulipas, el mártir priista San Luis Donaldo Colosio, acompañado de su comparsa tropical de lambiscones, y él, el famoso periodista, asesor consejero de varios gargantones, a pesar de sus evidentes compromisos con los poderosos en turno, me suplicó: “no te vayas, yo los despacho en cinco minutos” y así fue, entró a la sala, los saludó cortésmente, y los guaruras presidenciales se tardaron más en estacionar sus trocas del año que el tiempo que se quedaron. Y seguimos platicando.
El periodismo contemporáneo, sin duda, le debe gran parte de su libertad de expresión a hombres como él, porque en una época cavernícola se atrevió a decir lo que a otros no se les permitía, claro que había quienes lo envidiaban como si la inteligencia fuera un botín de corsarios, pero bien dice el dicho: “Per natura non da, Salmantica non presta”, lo que natura no da, Salamanca no te lo presta, además, de que ya nació así, con más disco duro que los demás, Homero, su hermano, me contaba que mientras todos los huercos se la pasaban en el chacoteo, Mauricio, ya tenía un libro entre sus manos, luego, se dedicó a estudiar con ahínco, y obtuvo por méritos propios, es decir, asistiendo a las aulas, tres doctorados, así que era una lumbrera.
Yo siempre creí que esas gentes tan luminosas, hablaban como en parábolas, pero en el trato cotidiano me percaté de que los seres inteligentes, por sabios, se hacen entender con un lenguaje llano, directo, sin subterfugios, ni códigos, y miren, queridos lectores, que yo, aunque no estuve en la Chano Chavarría nocturna, tampoco fui a Harvard, así que soy el claro ejemplo de que cualquiera podía leerlo y, sobretodo, entenderlo.
El estuviera encantado con la maravilla del internet, y no teniendo cortapisas ni disfunciones contemporáneas, de seguro le hubiera pedido a Daniel Rosas que lo enseñara a manejar la máquina, porque yo soy malo y lo que le sigue para esto de los retruécanos de la electrónica, digo tampoco uso teclado de la edad de piedra pero me refiero a que se me atoran los conocimientos de los pasos siguientes de esta era que avanza y al parecer nunca se va a detener para llenarnos de la información que nadie te da, lo bueno de todo esto, es que ya se acabaron los abanderados de la democracia, los seudo salvadores del pueblo, porque ahora, cada quien sabrá lo que quiera saber con tan solo picarle a una tecla de su computadora, y por cierto, nuestro carismático alcalde Ramón Garza Barrios, aunque yo sé que no firmó compromisos ante notario público como Enrique Peña Nieto, prometió que iba a poner internet para todos los paisanos, y es fecha que estamos esperando a que cumpla la promesa de campaña o al menos que nos diga como para cuando. Bien dice el dicho que prometer no empobrece, dar es lo que aniquila. Ya dije.

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