En Joplin, Estados Unidos acaba de ocurrir uno de esos fenómenos meteorológicos para los que no hay defensa posible, y es que, la mayoría de los tornados, se forman de un momento a otro, no de la nada, porque la nada no existe, yo no sé mucho acerca de aspectos científicos, pero supongo que habrá sustancias en los componentes de la atmósfera que provocan semejante bomba atómica, y los que si saben de estos asuntos, han declarado, que es el más grande y devastador desde 1953, además, los daños han sido cuantificados en más 3 mil millones de dólares, es decir, no quedó piedra sobre piedra, en palabras de mi prosopopéyica tía Tencha, sería algo así como: “parece que los diablos hubieran bailado encima”.
Estos monstruos de la naturaleza, son capaces de reducir a escombros, en cuestión de segundos, pueblos completos, dicen que, los carros se tornan de papel ante semejante vorágine de fuerzas encontradas, yo, la verdad, nunca me he topado con uno de esos, y le pido a santa Bárbara bendita, que jamás me encuentre con algo así, además, no que no me guste la lluvia, pero cuando han caído chaparrones de más o menos intensidad, inmediatamente saco mi cuchillo para cortar el cielo, mi tía Pancha decía que, de esa manera, se exorcizaba la tormenta, lo que pasa es que mi casita, aunque es una señorial residencia de dos cuartitos, está de mírame y no me toques, de la tos le da el catarro y con cualquier chipi chipi le salen goteras hasta por las paredes, así que, no es miedo, sino simple precaución.
A través de Youtube, un canal en internet en el que se recopilan videos de eventos que suceden en cualquier parte del mundo, pude asomarme a dichas imágenes dantescas, esa palabra me gusta porque se refiere a los nueve círculos del infierno que retrataba Dante en su Divina Comedia, y la usan, muy seguido, los fabulosos redactores de la nota roja, que se especializan en hacer uso de vocablos de ese tipo, no quiero parecer exagerado, pero de verdad se me puso la piel de gallina, ya que, se ve un embudo enorme que baja desde el techo del cielo y toca la tierra para girar a velocidades inimaginables, luego de alcanzar una fuerza descomunal empieza a avanzar para engullir todo a su paso, ya que los objetos están enmarañados en el núcleo de la masa amorfa de vientos electrificados, los tritura hasta convertirlos en astillas que vuelan a varios cientos de metros de distancias, pero no se crean, queridos lectores, que son sillas o bicicletas, sino que, igual son estufas, lavadoras, carros, trailers o casas completas, dicen que, hace un par de semanas, aquí en el globero y tierrero pueblo, el cielo se puso negro, al grado de que los testigos presenciales, se asustaron y regresaron a sus casas, lo malo es que, eso ocurrió en el transcurso de la mañana, y ya saben ustedes, queridos lectores, que yo me despierto con la fresca de las cinco de la tarde, así que sólo me enteré del evento, por comentarios de algunos de mis asustados parientes, gracias a Dios que no era un tornado, porque ahora, no estaría contándoles del que destruyó esa ciudad de Missouri de cincuenta mil pobladores, que sufrió el embate de ese toro de descomunal violencia, según los expertos, que cuentan con aparatos medidores para detectar la capacidad destructora, el tornado está clasificado en la categoría EF-5, la más alta de su escala, con vientos de más de 320 kilómetros por hora, lo cual, aunado a su sorpresiva aparición lo vuelven doblemente peligroso, ya que, ante el pasmo, la incredulidad y el espanto, los habitantes no son capaces de reaccionar para poner a salvo, ya no digo, sus pertenencias, sino sus propias personas, en fin, que este monstruo de Joplin, una vez más, nos anuncia, que los seres humanos somos tan pequeños e insignificantes, que lo único que podemos hacer, es cerrar los ojos, elevar una fervorosa plegaria, y esperar, pacientes, la voluntad de Dios. Oremos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario