jooble.com

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Yo soy aquel...

Yo, ustedes lo saben bien, jamás he hablado mal de persona alguna, bueno, a veces me he referido a determinadas historias que son del dominio popular, pero nunca he difamado a nadie con nombre y apellido, pero como bien me dijo una vez Roberto Ortuño Hernández, del cual nunca fui amigo cercano, sino que de cuando en cuando nos saludábamos con cortesía y siempre con mutuo afecto, que hay individuos que se sienten importantes, por tanto, consideran que son candidatos idóneos de mis ácidos comentarios, naturalmente que nunca he ejercido la ética social segregacionista, es decir, me fijo en las historias que tengan carnita, aunque sean de una peluquera suertuda casada con un empresario de medio pelo que con artimañas se agenció la fortuna de la que ahora goza o de la tálamica aventurera que aquerenciada con un poderoso narco de una época ya olvidada, disfrutó de los bienes que le otorgó su maridaje de belleza y ambición, pero que ahora anda dando tumbos en su solitaria casona, y, sin afán de ofenderla, toda dada a la chingada, la verdad es que no queda ni la sombra de lo que fue algún día.
Mi columna no ha cambiado con el tiempo, naturalmente que mi vocabulario es distinto, ya que empecé en el oficio siendo un jovencito inexperto al que todos querían chamaquear, pero en el camino me encontré a personas valiosísimas que desde que me vieron se dieron a la tarea de protegerme de todo mal, una de ellas, fue la profesora Emma Sáenz de Delgado, quien era una viejita refunfuñona, que me tuvo la confianza para contarme muchas historias añejas del pueblo, siendo ella una de las grandes maestras del siglo 20 en nuestro globero pueblo, pues conocía de cerca a los personajes de supuesta alta alcurnia, a las que con su acostumbrado tono norteño y esas palabras ásperas y sonoras que usaba para comunicarse, se refería en términos francamente despectivos, claro que en ese momento no sabía que a la vuelta de varios años, me dedicaría a la chismografía, así que todos esos relatos los eché al olvido, luego, llegó a mi vida, la dramaturga y directora teatral Lya Engel, esposa del connotado periodista Francisco Fe Álvarez, a la que le debo las raíces intelectuales que me sostienen, ya que se erigió como mi mentora, naturalmente que le hacía caso en todo, porque no teniendo un sueldo base, quesque porque estaba empezando e iba aprender, pues a veces no tenía ni para el camión, así que esta judía maravillosa me daba unos buenos centavos para que pudiera ir y venir a donde yo quisiera, después me pidió que le ayudara en el extinto teatro de la Ciudad Adolfo López Mateos (ex presidente de México al que le decían López Paseos porque se la pasaba de gira artística) y ahí fue donde conocí a los artistas de moda, en algún momento que no acierto a captar con exactitud, me convertí en su inseparable sombra, además, tengo que decir a favor de la polaca aquerenciada en México, que en esas irrepetibles circunstancias, yo no sabía ni la O por lo redondo y amén de ignorantón no era nada agraciado, ahora soy muy guapo porque los años me han caído encima con sobrada galanura, en fin que ante esos recuerdos felices, ahora estoy contento por el thanksgiving y comeré guajolotito en conclave familiar, seguramente me tocará cocinar algo, espero no se me queme el agua tibia, ya les contaré las peripecias de esta noche con tanta tribu en la casa, por cierto, que señorón don Alejo Garza Támez, su ejemplo perdurará por muchos años, y por lo pronto, es mi héroe, ya lo tengo en un altar espiritual, que sangre tan brava, qué tamaños, qué coraje, qué calidad humana, Dios lo tenga en su santa gloria, no cabe duda que hay seres dignos que son capaces de cualquier proeza con tal de defender lo suyo, que sirva de escarmiento para los cobardes que huyen a refugiarse bajo la tutela de su mala conciencia. Ya dije.

No hay comentarios: