Con las reseñas de boda, me traslado de inmediato a mi labor como cronista social que nunca he abandonado del todo, aunque dicho lo anterior, reconozco que algunos colegas siempre lo han considerado un arte menor del oficio, claro que no me importa lo que opinen, si tampoco es desdoro andar de fiesta en fiesta bebiendo los mejores vinos de a gratis, naturalmente que entiendo perfectamente que no me invitan a mí en lo personal, sino al reseñador de eventos, que dicho sea de paso, soy muy bueno para andar fisgoneando cada detalle y luego, trasladarlo a mi columna, no digo, no, que sea el mejor redactor de sociales, pero tengo un estilo fácil de leer, ya que sin ser demasiado rococó en la confección, siempre logro que ustedes, queridos lectores, se enteren de todo cuanto puede resultar interesante, ahora, ya casi nadie me ve en ningún lado, es más, a veces ni mis amigos más allegados, a los que he dejado de ver pero no de querer, como a Rubén López Escamilla y Marichú Adriano de López, o a muchos otros, que no pongo la ristra de nombres porque no me alcanzarían las Guillotinas de toda la semana para mencionarlos, la verdad es que soy muy afortunado en tener tanta gente que me quiere sinceramente, pero lo que he querido decirles desde el inicio de esta colaboración, es que, por fin, ya se casó Enrique Peña Nieto con La Gaviota, a la que los tuiteros tenemos tan presente cuando se decidió a lanzar su desinformación, su incultura y su prepotencia en sus mensajes, un día, alguien le preguntó respecto a que opinaba acerca de la pobreza extrema de millones de mexicanos y la muy bárbara, dijo que si estaban así de pobres es porque eran muy güevones, lo malo es que esta, al rato va andar codeándose en las altas esferas del poder, y no que me caiga mal, si ser pendeja con ínfulas tampoco es pecado, bien dice Schiller que contra la estupidez los dioses luchan en vano.
Los que estuvieron requeridos para el evento, dicen que no fue de tan alto pedorraje, que incluso no se va a publicar tanto como el noviazgo, ya que a los tortolitos les dio por aparecer en las mentadas revistas mexicanas del corazón, con reportajes de 40 páginas, y eso ya es demasiado baño de glamur en un país tan pauperizado, en el que demostrar esa opulencia es insultante a los que viven al día, a esos que tratan de sobrevivir a pesar de que la única vez que comen carne es cuando se muerden la lengua, a los que ganan 35 pesos la jornada.
Yo vi unas fotos que La Gaviota subió a feisbuk, y ahí aparecía con sus parientes y hasta con el maquillador Alfonso Waisman, que no tengo nada en contra de los estilistas, si ya se sabe que la mayoría de los peluqueros habilitados a diseñadores de imagen, con el trato continuo, se transforman en los mejores amigos de las celebridades, porque como entre corte, tinte, maquillaje, manicure y tantos arreglos de hojalatería y pintura, corre mucho tiempo, pues, además de darse consejos mutuos de belleza, se hacen confidencias pertinentes, en fin, que ya ocurrió la boda en la catedral, el vestido lo diseñó Macario Jiménez con el que colaboré en una revista de cuyo nombre no quiero acordarme, y francamente, no era precisamente lo que La Gaviota se merecía, yo me acuerdo del vestidazo de Thalía, que la cola medía dos kilómetros, y se casó en la catedral de san Patricio de Nueva York, no en la de Atlacomulco, y a la fiesta de la “Marimar” asistió el jet set internacional y los artistas más deslumbrantes de la farándula, digo, entre otros, por citar algunos; Michael Jackson, Donna Summer, Gloria Estefan, Jennifer López, que amenizaron la pachanga, ya sé que las comparaciones son odiosas, pero estando inscritas en el mundo farandulero, ambas actrices, tan mala una como la otra, era normal que tocara el tema en esta columna que es puro morbo, chisme e intriga. Ya dije.
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