La primavera tiene su encanto por cualquier lado que se le vea, es la estación en donde todo vuelve a la vida luego de que la naturaleza se contrae para tomar nuevos bríos, gracias a Jiová Dios, este invierno no fue tan crudo como en años anteriores, incluso, se podría decir que resultó benigno tomando en cuenta que, en casi todo el planeta causó estragos a la vida cotidiana de millones de seres humanos, y es que según los expertos del calentamiento global, cada día que pasa es un atentado contra la madre tierra, por citar un peregrino ejemplo, aquí en Laredo, antes, muy antes, no hacía tanto calor, es verdad que el clima del globero pueblo, siempre ha sido extremoso; o un frío congelante o una cacerola hirviente, al menos en mi infancia, yo no recuerdo que durante los meses caniculares haya habido noches sofocantes como las actuales, es más, a lo mejor por pobres, pero en mi casa jamás tuvimos la necesidad de adquirir aires acondicionados, nos bastaba con simples ventiladores, a veces, cuando el ambiente se ponía denso, lo que se acostumbraba, era sacar catres y almohadas al patio para poder dormir, a los huercos nos parecía toda una aventura dormir bajo la noche recamada de estrellas titilantes con la vigilancia amorosa de nuestros padres.
La realidad es que con tantos aparatos eléctricos para provocar frío ambiental dentro de los espacios cerrados, se genera tal caos hacia el exterior, que se aumenta en cuatro o cinco grados centígrados el entorno que nos rodea, claro que nadie sacrificará su comodidad personal para beneficio de los míseros mortales paupérrimos, pero hay otros avances de la modernidad que causan desequilibrio ecológico, y ahí es cuando nos percatamos que la civilización tiene sus grandes logros, pero también sus graves conflictos ambientales.
Ven, queridos lectores, que mi columna tiene vida propia, yo sólo quería hablar de la primavera, y es que el domingo en la plaza Libertad, andaban los niños corriendo con tal alegría por el sitio, que fue cuando me enteré que ya había entrado la mejor época del año, al menos en Nuevo Laredo, porque no hace tanto frío ni tanto calor y la gente sale de su encierro, aunque eso de la inseguridad provoca cierto temor, pero nadie puede acostumbrarse a quedarse para siempre enclaustrado entre cuatro paredes, es cierto que yo soy muy encerrado, que son pocas las ocasiones en que me asomo al exterior, pero teniendo una espacio tan oreado como la placita, tampoco me resisto demasiado para darme una vuelta, me gusta, sobre todo, ver jugar a los huercos que se entretienen con las cosas más simples, no cabe duda que tiene razón el poeta, al decir que los niños son la verdadera raíz de la humanidad, que son la esperanza para que cambie este mundo, ya sé, no necesitan decírmelo, que me he vuelto un viejillo teto que hace carantoñas a los chamacos para arrancarles una sonrisa, en fin, espero que esta primavera sea más placentera que la anterior, por cierto, me causa asombro y desconcierto que anden con la campaña verde, si ya se sabe que primero deben hacer potable el agua de los grifos de las casas, luego que se preocupen de lo demás, así que yo no me trago ese cuento de que se han vuelto ecológicos, tal vez no se han dado cuenta, porque de seguro ellos toman evian y no la inmunda agua que distribuye la comapa, que el vital liquido se ha vuelto un producto de la canasta básica como los huevos, la leche o los frijoles, ya que nadie, que tenga 20 pesos, preferiría beber de la llave que de garrafón, por favor, si alguien que esté cerca de los que gobiernan nuestro globero pueblo, lee esta columna, comenten a los encargados de procurarnos bienestar a los neolaredenses que se hagan cargo de dicho rubro, porque en Laredo, Texas si se puede beber con toda confianza el agua corriente y abrevamos del mismo río, algo debe andar mal en nuestro solar porteño. Feliz inicio de primavera a todos.
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