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viernes, 26 de marzo de 2010

Insomnio

Hay noches en las que no puedo dormir y tampoco es que me importe mucho, pero bien me lo aconsejaba mi abuelo: “cuándo no tengas sueño, levántate, no estés dando vueltas y vueltas en la cama pensando puras pendejadas, de por sí”, así que haciendo caso al sabio precepto de mi sacrosanto pariente, me pongo a tuitear en la computadora de cualquier tema que se me ocurre, claro que mis seguidores que ya suman varios cientos, me azuzan a que escriba muy seguido, tanto así, que ya tengo 8 mil mensajes enviados, ya sé, no necesitan decírmelo, la ociosidad es la madre de todos los tuiteros, pero si vieran como me divierto, mientras me llega el sopor profundo que antecede al sueño.
Soy insomne por naturaleza y cuando quiero dormir temprano, por compromisos de agenda que tengo que cumplir forzosamente, hago uso de los remedios de la abuela y tomo desde tecitos de flores de azahar o valeriana, también me he embarrado chiquiadores de tomate, incluso he llegado a optar por una píldorita de esas casi inocuas y he despertado al tercer día todo apendejado, aunque francamente no soy muy dado a consumir ningún tipo de droga, porque no vaya a ser la de malas que me aficione a su efecto y luego ande buscando una tiendita para adquirir los estupefacientes.
A veces, me dan las cinco de la mañana y yo con los ojos de toroloco como la mamá de Pepe El Toro, la misma que vio a Merced cuando le robó el dinero a su hijo, gracias a Dios no tengo que salir del perímetro enorme de mis reales aposentos a buscar en que entretenerme, si aquí tengo libros de todos, incluso las diversas versiones de El Quijote, aunque he de confesar que mi autor preferido es el que escribe los argumentos del Libro Vaquero y a veces, cuando se me antoja algo más filosófico y profundo, me asomo al Sensacional de Chalanes, lo bueno es que no me da por comer a altas horas de la madrugada, porque en lugar de ser flaco como pensión del Seguro, me pondría robusto como Carstens y la verdad es que no soy muy goloso, mis vicios son otros, ya dice aquel sabio adagio que no sólo de pan vivirá el hombre, yo lo acato al pie de la letra.
Lo bueno es que durante las noches desveladas nunca estoy solo, me acompañan mis recuerdos y mis difuntos sagrados, esos a los que nunca extraño, porque viven siempre a mi lado, además, jamás los traigo al presente con lágrimas, al contrario, yo, que me la paso sonriendo por cualquier tontería, recreo en mi desatada imaginación, escenas que transcurrieron en circunstancias felices y me río como si acabaran de ocurrir, ese es el mejor ejercicio para conciliar el sueño, claro que la computadora es una fiel compañera, que al darle un click se despliega un mundo de infinitas posibilidades para disfrutar, y así lo hago, pero en los últimos días me he aficionado al Twitter porque en ese pequeño universo, tengo un surtido rico de dulce, de chile y de manteca, igual de sesudos filósofos, de astrólogos, de artistas, de analistas, de ciudadanos de a pie que con sus comentarios logran interesarme a tal grado que me mantienen a la orilla del suspenso.
Twitter se ha convertido en mi gran compañía de solitario empedernido, yo, que antes era ajonjolí de todos los moles y caviar de todos los cocteles, ahora soy muy encerrado, tanto así, que hay días en que no asomo la cabeza ni a la banqueta de mi casa, por supuesto que no me estoy quejando, si ya se sabe que la escritura es un oficio que se ejerce a solas. Del insomnio a la vigilia constante, así paso yo los días y me entrego a los brazos amorosos de la noche, pero lo dice mejor que yo, el gigantesco poeta Antonio Machado: Tic-tic, tic-tic... Ya pasó un día como otro día, dice la monotonía del reloj. Sobre mi mesa los datos de la conciencia, inmediatos. No está mal este yo fundamental, contingente y libre, a ratos, creativo, original; este yo que vive y siente dentro la carne mortal ¡ay! por saltar impaciente las bardas de su corral.

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