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miércoles, 3 de marzo de 2010

Ana Lilia

Soy sensishito y carismático. Me gusta disfrutar de las cosas simples de la vida. Ya sé que otorgo otra impresión, si tampoco, me ciega el amor propio. La verdad es que, quienes me conocen bien, saben que soy medio voluble, rencoroso y cabrón, también es cierto que genio y figura… o sea que nunca habré de cambiar mi forma de ser, pero a mi favor, diré que tengo un manojito apretado de cualidades, que no son tantas, pero una de las que más se destacan es el hecho real de que soy incorruptible, soy de esos pantanos en los que chacualean las nocturnas aves sus lustrosos plumajes y nunca me mancho, pero disto mucho de ser virtuoso, lo que ocurre es que no soy codicioso, mi reino no es de este mundo, así que me da igual tener o no tener, claro que como todos los mexicanos decentes, batallo para pagar los recibos, sobre todo el de la luz que no hay manera de cubrir el costo de dicho servicio, pero no me importa el sufridero a la hora de rascarle a la cartera para acompletar los gastos, prefiero eso, a tener que vender mi alma al diablo, porque luego el innombrable se las cobra todas juntas en donde más duele, además no vale la pena renunciar a la honestidad por unos cuantos centavos, si para mí, la rectitud es una bandera y no un trapo de inmundicia, prefiero deambular por este tránsito terrenal en la decorosa medianía, antes que cualquier hijo de vecino con ínfulas todopoderosas me dicte lo que quiera que escriba para su beneficio, porque ahora que a mi hermana Ana Lilia la operaron en el benemérito seguro social y quedó perfectamente bien con el trasplante de riñón donado por mi hermano Víctor, sin necesidad de andar de lambiscón con nadie, significa que los principios con los cuales siempre me he guiado, han sido premiados con este regalo de mejor calidad de vida para mi carnala, sobretodo que la luz de su presencia seguirá alumbrando los destinos de toda su familia, lo que es aún mejor, que continuará con su misión humanitaria de extraordinaria cristiana ayudando a la gente que se le acerque, y no se crean que ha sido fácil para ella, ha tenido que luchar muchísimo para poder llegar al quirófano de la clínica 25 en Monterrey, Nuevo León, fueron cien fatigosos viajes de ida y vuelta, a veces, solamente para conseguir una firma, otras, de infinidad de estudios, con piquetes hipodérmicos para extraer muestras, placas de todo tipo, ecosonogramas, chequeos molestos pero necesarios, mientras eso ocurría, en su yo interior, albergaba la secreta esperanza de que Dios cumpliría su palabra empeñada, había días en que no se podía ni levantar de la cama y es que sus constantes lavados de sangre eran un verdadero viacrucis, ya que la máquina de diálisis a la que la tenían que conectar, le otorgaba vida al mismo tiempo que le quitaba las ganas de vivir, un día, amaneció desgastada como bagazo de sí misma, y me dijo: “Fernando, se me hace que no la hago para ir a la terapia, me siento muy mal” y yo, que soy optimista por naturaleza, la alenté diciéndole: “nadie se muere en la víspera, además le haces falta a mucha gente, no seas egoísta y piensa un poco en ellos, sin ti, podrán seguir latiendo en el corazón del planeta pero sin alma que los sustente; tú eres su guía y su fuerza, su refugio de penas, su regazo de ternura, su manantial santo en el que abrevan para saciarse de tu bondad infinita”, más tarde, le volvió el color a su carita, en sus ojos había una chispa entusiasmada y se fue a la diálisis, regresó agotada, pero con la idea fija de que tenía motivos poderosos para no dejarse vencer por el desaliento, que Dios nunca falta a su promesa, y el anuncio anhelado llegó la semana pasada en el que le informaban que su intervención sería el viernes 26 de febrero, estando allá a punto de entrar a la plancha, le dijeron que siempre no, porque acababa de llegar un riñón para otro paciente inscrito en la agónica lista de espera, y regresó ensimismada, el sábado le dieron lo que parecía la fecha definitiva y este lunes primero de marzo, la intervinieron exitosamente, eso fue en la tarde, al amanecer, el regalo de su hermano Víctor, empezó a dar muestras de buen funcionamiento, ya se sabe que las ineludibles escatologías son impronunciables, pero el hecho de que por fin, el órgano purificador hiciera su trabajo, resultó un verdadero encuentro con la dicha de entender, de una vez por todas, que estaba salvada, tengo que confesarles, queridos lectores, aunque suene a herejía, que ni siquiera la multiplicación de los peces y de los panes, ni cuando Lázaro se levantó a vivir, ni el momento en que de su divino manto fluyó poder para curar a la mujer con flujo de sangre, fue tan impactante para mí, como al enterarme de que Dios, ése que no falla nunca, el mismo cuyo unigénito hijo murió en la cruz, por fin, había realizado el milagro.

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