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martes, 30 de marzo de 2010

El ejemplo arrastra

No está bien ponerse de ejemplo uno mismo. Yo, por ejemplo, nunca lo haría, pero resulta que con eso de que se ha hecho gran faramalla con lo del Nuevo Laredo ecológico, tengo que presumirles, queridos lectores, que mi aportación personal a tan apantallador programa municipal, es loable y digna de todo encomio, miren ustedes, por citar una de mis acciones diarias a favor del planeta, cada que me levanto en la mañana, bueno, eso es un decir, porque generalmente me paro con la fresca de la tres de la tarde, invariablemente, al abrir mis soñadores ojos, pregunto qué hora es, y si es antes de la hora señalada para incorporarme a las filas productivas de la humanidad, me vuelvo a jetear, okei creo que no entendieron mi supremo esfuerzo, pues se los tendré que desmenuzar pormenorizadamente, al declinar la invitación de la luz solar a desperezarme y ponerme en modo activo, estoy evitando dar clicks a los switchs de los interruptores de los focos reflectores de mi enorme habitación de dos x dos metros cuadrados, por tanto, tampoco abriré las llaves de la regadera para mis abluciones cotidianas, así que al no hacerle caso al desarrollo natural de la vida, pues soy un ecologista preocupado por el ahorro de recursos del mundo.
Una amiga neolaredense que vive en Dinamarca me ha escrito para confiarme que en tan lejano país, la cultura ecologista es el pan suyo de cada día, es decir, allá no es moda ni una pose absurda, sino una forma de coexistir con la naturaleza, por citar varios ejemplos: nadie tira un papel en las calles, jamás se ve a alguien que despilfarre la energía, es muy común que los habitantes de ese país usen sus bicicletas para trasladarse, aún los muy ricos, y eso habla de la conciencia que tienen para no hacerle daño al planeta, no como aquí, y me refiero a México, no nada más al globero pueblo, que no somos capaces ni de reciclar la basura que producimos a diario, es verdad que desde siempre se ha hecho una especie de negocio con el cartón de desecho, con el aluminio de las latas, y los más rateros, de las tuberías de cobre de los edificios públicos o de las casas ajenas.
No digo, no, que no sea válida la idea del ayuntamiento local, si hasta eso, celebro que por fin seamos una ciudad verde, solamente que eso debió haber sido desde hace 50 años, tampoco crean, queridos lectores, que le estoy dando patadas al pesebre, lo bueno del programa que se pretende implementar, es que los niños y los jóvenes, adquirirán la cultura de perfecta convivencia con su entorno y aprenderán a preservar lo que Dios nos ha dado en comodato a manos llenas, espero que nuestros funcionarios sean lo suficientemente capaces y no caigan en la mediocridad de los que no están preparados para la encomienda, es verdad que será una empresa ardua y complicada, además, no se verán los frutos de inmediato, sugiero que, en vía de mientras, se ofrezcan conferencias en las escuelas de todos los niveles, aunque dudo mucho que lo hagan, porque estos son más mulas que mi tía Tere la caballona.
Por cierto no se les olvide, asiduos fans, que el cuidado del medio ambiente empieza por nuestras casas, ya sé que no necesito recordárselos, pero de repente me entró el espíritu dominador heredado de mi sacrosanta progenitora, naturalmente, no pretendo que se logre en un día, lo que nunca se ha hecho, pero poco a poco, tenemos que quitarnos la costumbre del típico mexicano de dejarlo todo para mañana, al ái se va, que al cabo que tanto es tantito, nadie se va a dar cuenta y esas frases de nuestra indiosingracia ancestral que tanto daño nos han hecho, en fin, ya no les quito más su valioso tiempo, espero que esta semana sea de reflexión espiritual y cambiemos de manera de pensar. Yo sé que uno de los problemas más grandes que hay en nuestro país es la apatía, pero a mí, me vale madre. Ya dije.

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