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domingo, 31 de enero de 2010

campanas al vuelo

Que me perdonen, pero yo no le veo el caso de que echen las campanas al vuelo como don Miguel Hidalgo para celebrar la independencia de México, si ya se sabe que nosotros todavía ni nacíamos como pueblo tierrero cuando ese asunto de los alzados andaba en boca de todos los borloteros que siguieron al cura mujeriego, pero si lo que quieren es gastar dinero que no tenemos, pues agarren lo que queda de la caja chica del erario grande, que al cabo no es de ustedes, además, ahora que me di un rol por el centro, la verdad es que el primer cuadro de la ciudad está hecho un asco, todo meado y nauseabundo, y es que yo me había quedado con la idea de que habían remodelado el cacareado Centro Histórico, que ya ni es centro, y nunca de los nuncas ha sido histórico, porque ni modo que en esas callecitas de dos por dos, los callejones de la pirujería y del maridaje entre la impunidad y la concupiscencia, sean muestra fehaciente de nuestro desarrollo como sociedad, tampoco hay que ser muy ducho en esto del pasado del pueblo para reconocer que la avenida Guerrero y rúas colindantes han sido siempre los corredores del vicio, del fornicio y la corrupción, no lo digo, no, por las decentes familias que viven en sus casitas desde hace muchos años y de otras, que por pudientes se mudaron a las colonias de los ricos, no me refiero a ellos, y eso es otro punto, quesque edificios protegidos por no sé qué departamento dedicado a preservar nuestra arquitectura relevante, si en esos barrios jamás ha habido una arquitectura que valga la pena, son casitas construidas nada más para cubrirse de las contingencias de la intemperie, y es que algunos que no saben nada del tema, consideran que las paredes adquieren un valor artístico tan solo porque han resistido el paso del tiempo, y no, eso no significa nada, es como si los ropavejeros, esos que se dedican a juntar las garras, los trebejos y demás chucherías, quisieran poner una tienda de antigüedades para vender sus vejestorios como objetos valiosos con pátinas aristocráticas, en fin, tampoco quiero ser ogt con nadie, pero estoy seguro de que si invitan a alguien que de verdad conozca del asunto y sea serio en sus juicios, no podrá extender ningún certificado que avale alguna de esas construcciones, claro que tienen un valor simbólico, bueno, si me apuran hasta sentimental, pero de eso a que contengan rasgos hereditarios de rancio abolengo arquitectónico, lamento decirles que no es así, que el centro es un conjunto de casitas monas, de viviendas decorosas para la época en la que se construyeron, pero párenle de contar, además, que yo sepa, no hay ninguna que tenga en sus paredes la firma de algún buen arquitecto, lo que sí es cierto y no cabe duda, es que se levantaron con el ferviente deseo de que fueran continentes de sueños de sus moradores y como patrimonio para sus futuras generaciones.
No soy aguafiestas, además, no trato de imponer mi criterio al de los demás, si para esas monsergas no sirvo, pero no me agrada el hecho de que intenten engañar a la gente de que nuestro globero pueblo posee un barrio antiguo con ribetes históricos, porque no es cierto, si yo estuviera en los zapatos de los visionarios que quieren construir una metrópoli, mandaría tirar todo el caserío, incluso la asquerosa garita, el mentado bulevar que ni a bulevar llega, ya que ni categoría tiene para haberle impuesto tan rimbombante crédito, los malolientes hotelitos de paso llenos de chinches y otras alimañas ponzoñosas, para crear ahí grandes avenidas y edificios modernos, funcionales, con servicios de primera, entonces sí, que esas construcciones de vanguardia se les proteja con tal de que el paisaje urbano sea orgullo de los lugareños y asombro de los turistas, pero que primero planifiquen para que el desarrollo futuro sea benéfico para todos, entonces, y sólo entonces, se podrá decir que el sector denominado como “Centro Histórico” podría considerarse una digna ventana de la patria chica con prestancia y gallardía norteña. Ya dije.

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