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jueves, 21 de enero de 2010

Las Marthas


Yo no soy quién para decir lo que me gustaría que se hiciera en torno a los festejos del natalicio de Yiorsh Washington, pero esa fiesta cumpleañera que organizan los tejacanos en la vecina ciudad, es entre charra, vernácula y mamona, porqué a quién chingaos se le puede ocurrir organizar una pachanga por todo lo alto a alguien que ni siquiera visitó Laredo, Texas, bueno, y aunque lo hubiera hecho, no tendrían cara con qué ofrecerle una reunión con pastel y todo, al padre de una patria que no es la suya, digo, si acaso quieren festejar a alguien, que sea al cura Hidalgo, pero como nuestro prócer libertario, andaba en sotanas raídas, pues no hay mucho de donde elegir a la hora de armarse los disfraces, y como quiera que sea, Martha Washington se vestía bien, como muñequita antigua de pastel, además, de lo que se trata, eso lo sabemos todos, es de presumir a las comadres, parientes y vecinas, que se pueden comprar el mejor atuendo del evento, porque ni modo que sea realmente para cantarle el “japiberdei” al que sale en las pesetas americanas, pero lo más bizarro del asunto, es que no son ni siquiera las señoras las que andan vestidas con corsés, armazones de forja y olanes hasta el cogote, sino sus hijas, Okei. Okei se los voy a explicar a quienes no lo saben, resulta que la Sociedad de Martha Washington organiza una fiesta de gran postín para presentar a sus hijas “tineyers” ante la cumbrosa prole de tejacanos que han vivido por varias generaciones en Laredo, Texas, y como ya se sienten casi inglesas, pues han adquirido costumbres anglosajonas, cuando es de todos conocido, que se tiñen el pelo con el rubio, cenizo, claro, caoba con destellos luminosos de Miss Clairol.
Tan rumbosa fiesta reúne a lo más “engranado” de la sociedad tejacana, y aunque algunas pretenciosas quieran ocultar su origen tenochca, no pueden hacerlo ya que se apellidan Sánchez, Garza o Salinas, y ni modo que usen otros apelativos si así se llaman sus tatarabuelos, bisabuelos, tíos y demás familiares, claro que no tengo nada en contra de los nacidos en Estados Unidos de origen paisano, líbreme Dios de semejante idea, si yo también tengo las dos nacionalidades, bueno en realidad tengo cuatro, ya que soy haitiano por derecho genético, francés por la colonia en la que nació mi tatarabuela y estadounidense porque falsifiqué unos papeles con el nombre de un primo que falleció de sarampión, así que no es por ahí el encono que demuestro por la naca celebración de los tejacanos, y si tengo que ser franco, no es ni coraje, ni mucho menos envidia, que ese sentimiento sólo lo experimentan los mediocres, lo que ocurre es que se me hace como muy rococó, es decir, demasiado rebuscado, amén de cursi, y es que en realidad, lo que estas señoras organizadoras hacen es una quinceañera dizque elegante, y que me perdonen, pero una sarao de adolescentes jamás será nice, y no porque se vistan de quince mil dólares el vestido, enlentejuado hasta en los escondrijos de los puños o las escarolas de la blusa, es muy distinguido el evento, lo de las Pocahontas es otro asunto, pero ese si me cae bien y me parece más acorde a la realidad de los tecajacanos, porque todos los nativos de estos solares áridos, y cuando digo TODOS es que ahí estamos incluidos los nacidos en cualquiera de los dos Laredos, incluso en algunos pueblo de Coahuila, Nuevo León y un poco más allá, o sea abarcando hasta el estado de Colorado.
En fin, cada quien que haga lo que le quiera, que al cabo ellos son los que quedan en ridículo, porque ni modo que de verdad, estos tejacanos, crean que todos creemos que son herederos de la gran estirpe inglesa, cuando todavía en los cocteles de presentación del baile colonial de la ampulosa sociedad de Martha Washington, que se ofrecen en el hotel La Posada, en el IBC o en el Country Club, sirven sabrosuras inútiles hechas a base de maíz, frijoles y hartas salsas picosas.

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