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miércoles, 27 de enero de 2010

Entre pugido y gemidos

No cabe duda, que en todas partes se cuecen habas, y es que me acabo de enterar a través de una nota que me pasaron en Twitter que una flemática mujer madura de cuarenta años fue acusada por sus vecinos de ser muy borlotera a la hora de que el marido la agarraba de carretilla sexual, pero lo raro no es eso, sino que ya van varias veces que la acusan de lo mismo, ésta es igualita que mi tía Cecilia, a la que le decíamos Sexylia, porque nada más quería estar trepada en el tronco y eso que ni árboles tenía, la única diferencia entre una y otra, es que mi sacrosanta parienta era una gorda a la que se le seguían moviendo las caderas media hora después de que detenía su marcha al caminar, y no quiero pecar de indiscreto, pero dicen, a mi no me consta, que una madrugada de viaje a un rancho, ya saben ustedes, queridos lectores, esos periplos accidentados del día de la coneja, los pescaron haciendo sus cochinadas en la caja de la pikap, porque como dijeron que andaban muy cansados y querían dormirse de aquí a que llegaran al destino del domingo de pascua, pues los dejaron irse atrás entre las hieleras, el carbón y los cascarones, y que en eso, escucharon los que iban en la cabina de la troca, unos como lamentos, pero no le dieron mayor importancia, luego, la camioneta empezó a bambolearse de lado a lado, y eso que iba a toda velocidad, bueno, en la ribereña ir recio significa 30 kilómetros por hora, total, que al poco rato, entre mugidos, pujidos, gemidos y chasquidos cada vez más fuertes, mi tío Constancio, el conductor designado, se orilló a la orilla para checar el mueble, y en eso ve a la pareja toda embarrada de negro, mi tío con los calzones de gorra, el brassier colgado en una oreja y encuerado completo, no voy a describir las fachas en las que iba mi tía Sexylia porque luego mi prima Robustiana me va a reclamar cuando me vea, pero ya se la pueden ustedes imaginar asiduos fans de esta popular columna.
Lo de la historia de la cuadragenaria británica, es menos densa, ya que la güerita fue condenada en Newcastle (noreste de Inglaterra) a ocho semanas de prisión durante un año por haber infringido la ordenanza que la obligaba a mantener a un nivel tolerable el volumen de sus relaciones sexuales. Caroline Cartwright, de 48 años, recibió primero una advertencia por exceso de ruido y ésta se convirtió rápidamente en una orden de conducta antisocial por incumplimiento..
"He escuchado una corta grabación del ruido que usted hace y entiendo perfectamente que sus vecinos estén contrariados y perturbados", declaró al dictar su sentencia la jueza Beatrice Bolton. "Además, está muy claro (...) que no hace usted ningún esfuerzo para callarse", agregó. La jueza argumentó que le infligía una "pena de prisión para disuadirla". "Y si comete usted nuevas infracciones de esta naturaleza, su pena será validada y tendrá que cumplirla", advirtió.
Algunos testigos denunciaron ruidos "sobrenaturales" que hacían pensar que estaban "asesinando" a alguien y que se superponían al ruido de las televisiones vecinas. La mujer, que se encuentra en paro, alegó en su defensa la legislación británica en materia de derechos humanos que asegura "respeto de la vida privada y de una vida familiar". En una audiencia previa, la mujer explicó que no lograba bajar el volumen de sus gritos cuando mantenía relaciones sexuales con su marido. Un sonómetro instalado en un apartamento vecino midió hasta 47 decibelios.
Naturalmente que, mi tía Sexilia jamás fue al penal de La Loma, al menos no por escandalosa a la hora del ajetreo nocturno, sino porque la cacharon robándole a don Mongolo el dueño de la Frutería “No Sales”, claro que mi tía se defendió diciendo que el propietario de la conocida tiendita, le había pedido que le pujara tantito como la noche de anoche y de puro coraje mi parienta, le agarró los aguacates y se los echó en el seno, aunque nadie se los pudo encontrar como evidencia, porque como se vino caminando desde el centro, pues llegaron hechos guacamole y mi tío que era bien antojado, se los embarró en un bolillo. Ya dije.

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