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lunes, 23 de noviembre de 2009

Tiempos de gula


Estos días que ha hecho frío, bueno, no que esté helando, pero ya llegó el entretiempo, me han dado ganas de asaltar el refrigerador, sin embargo, gracias a san Caralampio bendito he refrenado mis ansias trogloditas de arrasar con las apetitosas viandas que allí se resguardan, y no sé ni siquiera la razón por la cual me ha dado tan voraz apetito, si yo nunca he sido así, a pesar de que el tiempo ha continuado su marcha, tampoco es que mis hábitos alimenticios hayan variado mucho en el transcurso de 25 años en los que me he mantenido en la misma talla, porque es muy fácil abrir la boca para alimentar al monstruo de la gula, pero luego de los excesos viene la mea culpa, también es que nuestros platillos norteños no son precisamente un modelo nutricionista, lo peor de todo es que a fuerza de costumbre los antojitos llenos de calorías son la tortilla de harina nuestra de cada día, porque ni modo que uno le huya al huevito con chorizo, a los frijoles refritos, a las costillitas cargadas y al quesito con chile, además, de que durante los calorones del verano, nadie, ni siquiera los abstemios, se pueden sustraer al encanto de varias cervezas bien muertas para exorcizar al infame clima, aunque en los días templados como los que hemos estado disfrutando, se antojan los pucheros, y no me refiero a los visajes caprichosos de las mujeres o de los niños, sino a los caldos de res que rebosantes de grasas tapan arterias, destruyen estómagos y aroman la atmósfera con sus vapores medicinales, pero yo que he viajado por latitudes distantes, prefiero de entre todas las artes culinarias, nuestra sencilla gastronomía, que por simple, es más auténtica, no necesita demasiados aliños, ni sofisticados aderezos, además, en ningún lado tienen la calidad de nuestra carne, por esa razón la encubren con salsas suntuosas, así que a cada lugar al que voy, extiendo una invitación a una carne asada, sí señor, pero como en ningún lado están acostumbrados a la parrilla, se quedan con la boca abierta cuando ven a un norteño girando instrucciones para que los cortes salgan en su punto, y naturalmente que las tortillas de maíz maceradas en la sangrita de la charola luego a dorarse al fuego, la salsa quemada en el asador, y fíjense, queridos lectores, que eso de tatemar los tomates, los chiles, la cebolla y el ajo directo a la brasa es lo que más sorprende a todos los ajenos a nuestra cultura norteña, por cierto, antes de que se me termine el espacio, quiero dejar asentado que el Apóstol José Vasconcelos casi beato de nuestra educación nacional, nunca quiso ofendernos, cuando expresó su famosa puya: “donde empieza la carne asada, termina la civilización”, él se refería a los norteños en el poder, es decir, a Obregón y a Plutarco Elías Calles que en ese tiempo lo traían de encargo, por sus amanerados discursos de que: “por mi raza hablará el espíritu”, frase que acuñó para plasmarla en el escudo de la UNAM a la que los panistas quieren silenciar cortándole los ingresos, o al menos haciéndolos más flacos, lo que estos azulitos no se dan cuenta es que la universidad sirve para generar ideas y no como guardería de niños tetos y maestros baquetones, así que ninguno de ellos puede manosear a nuestra máxima casa de estudios, ese tema de la barbarie norteña al que se le han dado diversas interpretaciones, y cada quien lo platica como se le hinchan las ganas, me lo han puesto sobre la mesa de las discusiones muchos chilanguitos, varios del bajío y otros culebros del sur, pero nunca dejé que me hicieran renegar de mi estirpe tamaulipeca, porque bastante hemos batallado para disfrutar de lo que ahora tenemos, es cierto, que no todo marcha sobre ruedas, pero si no estuviéramos mejor que en otras regiones del país, digo, no habría una migración tan desbordada de veracruzanos, que con eso de que Fidel Herrera su goberladrón, se saca la lotería cada y cuando se le antoja, por lo visto a sus gobernados les falta lo más indispensable para tener el alma uncida al cuerpo, es decir, un empleo bien retribuido, que en nuestra estado que dormita a la margen del río, gracias a Dios, si hay trabajo para todos. Ya dije.

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