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jueves, 19 de noviembre de 2009

Las marquesinas de la historia


Algunos políticos se niegan a ver la realidad, sobre todo mientras están en el poder, y es que resulta que a Enrique Peña Nieto le ha dado por andar bautizando teatros con su nombre en el estado de México que gobiernoa, tal como lo hizo Montiel en dicha entidad, claro que eso no tendría nada de malo, al fin y al cabo ellos son los que deciden en que se usará el dinero, así que ya entrados en gastos, por qué chingaos no habrían de elegir los nombres de las obras públicas, además no es ningún secreto para nadie que de tal manera se han inscrito en las marquesinas de la historia los apelativos de héroes de las diversas etapas de nuestra vida nacional, lo bochornoso del caso es que sean los propios funcionarios en ejercicio de sus deberes públicos, quienes elijan, mal asesorados por sus lambiscones a sueldo, sus eufónicos nombres para iluminar con su grandeza los grisáceos destinos de sus miserables gobernados.
Las críticas no se hicieron esperar para el novio de La Gaviota y se patraseó de semejante idea, e hizo bien, porque al rato, no vaya a ser la de malas, con eso de que en política no hay nada escrito, en unos años más se despida de las pasarelas burocráticas tal como ocurrió con Arturo Montiel y nadie se acuerde de su paso fugaz por la gubernatura del estado de México, aunque Angélica Rivera perjure que es el próximo presidente de México, que por cierto y dicho sea de paso, ya canceló su cuenta de twitter porque a la guapa actriz del “Canal de las que Enseñan”, se le iba la mano en el teclado, y de una “bola de nacos, muertos de hambre e indios” nunca bajó a los mexicanos que no estábamos de acuerdo con lo que ella decía respecto a su engominado galán, lo bueno, es que yo copypestié todo lo que escribió, porque andando el tiempo esa información será muy valiosa, ya se sabe lo que se dice que las gaviotas por su boca mueren.
Eso de dar nombre a brechas, valles y cañadas, se justificaba en tiempos de los conquistadores y colonizadores, porque era una manera de premiar a los valerosos pioneros, pero ni siquiera Alejandro Magno, que en una época esplendorosa se adueñó de tierras, mares y cielos, que ése si podía haber impuesto su voluntad para escriturarse un continente completo con su firma imperial, tampoco Alexander von Humboldt, que fue un expedicionario loco que trepó a las montañas, es decir fue un descubridor de todo, desde tierras ignotas hasta animales rastreros, tiene en su haber tantas ciudades con su nombre o calles en cruceros importantes en América Latina, como en nuestro país lo tienen los políticos de la vieja guardia o de la nueva generación, claro que hay estados con nombres de caudillos de la independencia y abundan pueblos y villorrios con los nombres de los próceres revolucionarios, faltaba más, faltaba menos, y estatuas magníficas de todas las épocas pasando por todos los siglos, bueno, incluso las hay de Vicente Fox con todo y botas, y de nuestro héroe de palestra, Juanito el de Iztapalapa, pero no hay que olvidar, que antes, muy antes, los dueños de todo eran los católicos, pero esos a pesar de predicar el evangelio y colonizar tierras completas, también se dieron a la titánica tarea de nombrar todo solar donde dejaban huella, por ello, las misiones en su conquista espiritual llevan nombres de santos y beatos: san Felipe de las torres mochas, san Francisco del Rincón, san Felipe de Jesús y así hasta el infinito.
Yo, si hubiera estado en el poder político en el momento en que edificaron la plaza Miada, le habría impuesto el nombre de mi abuelo Pancho, que no conquistó nada, pero es la raíz de mi vida; de él heredé la honesta dignidad de mi alma y el anchuroso azufre de mi sangre, aunque he de decir, queridos lectores, que en su honor, en mi familia, hay más Franciscos que Luises en Francia y en los corazones de todos los Alonso, se yergue su figura como un recuerdo que nos abraza y enorgullece.

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