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viernes, 6 de noviembre de 2009

Héroes al rescate

No todo está podrido en Dinamarca, cuando tres hombres de distintas edades, arriesgando sus vidas, se internaron entre las lenguas de fuego para rescatar a unos niños que habían quedado atrapados, luego de que por traviesos, tumbaron una veladora que fue la causante de que su vivienda se consumiera en llamas.
Yo me enteré de los detalles a través del estupendo reportaje de mi compañero Marco Martínez, que al darle voz a los héroes, les ha dejado sus propias palabras, y en esta crisis del oficio, que cada quien transcribe como le da la gana, es una suerte de milagro que todavía haya excelentes redactores como él, pues en el cuerpo de la nota, me enteré paso a paso de lo que había ocurrido para la gestación de tan espeluznante conflagración y todo se derivó de un imperdonable descuido de la madre que los dejó encerrados bajo llave porque fue al otro lado a comprar pampers y leche para su bebito de ochos meses.
A mí nunca me han gustado los espectáculos de morbo, odio ese tipo de situaciones críticas en las que la gente se arremolina para solazarse con el dolor ajeno con caras de que hacia el interior de ese acontecimiento se está amasando una desgracia y se quedan con la mirada atónica, pero de brazos cruzados, en este caso, supongo que ha de haber pasado lo mismo, pero gracias a la temeridad de estos tres valerosos hombres, uno de ellos muy jovencito, creo que de 14 años, que se sacudieron el miedo para rescatar a los niños, y lo que llamó poderosamente mi atención es que los rescatistas ciudadanos coincidieron en su infinita tristeza por no haberse dado cuenta a tiempo de que había una inocente criatura acostada en su cama: “me dijeron que ya no había nadie, de haber sabido sé que lo pude haber salvado”.
Los tres por igual merecen honores y siendo como son, personas humildes trabajadoras, las autoridades deberían de nombrarlos como Ciudadanos de Gran Mérito Cívico en una ceremonia para felicitarlos como se debe, amén, de otorgarles premios en efectivo, no sé, tal vez un cheque para cada uno, que ni con un millón de dólares se les podría retribuir por su enorme hazaña que merecería tres días de celebración, porque en este pueblo asolado por vivales, cobardes, timoratos y corruptos con permiso, es muy reconfortante saber que todavía haya hombres de valor dignos de todo encomio, por cierto, que con este desafortunado hecho, me acordé de otro prohombre, que hasta corrido tiene; Jesús García Corona, el Héroe de Nacozari, que salvó a un poblado de una catástrofe mayúscula, porque llevando en el tren un polvorín a cuestas, le pidió a sus compañeros que brincaran para salvarse, en un fragmento del corrido Máquina 501, el fogonero le dice: “Jesús, vámonos apeando/ mira que el carro de atrás/ ya se nos viene quemando. / Jesús García le contesta:/ yo pienso muy diferente, / yo no quiero ser la causa / de que muera tanta gente. / Le dio vuelta a su vapor, porque era de cuesta arriba/ y antes de llegar al Seis/ allí terminó su vida...”
Nuestros héroes no son menos valientes que el inolvidable Jesús García, porque en sus declaraciones, han dicho: “Sólo pensamos en salvar las vidas de los niños”, y es que lamentablemente, en estos tiempos que corren, ni con la lámpara de Diógenes se encuentran tres como estos buenos seres, por ello, yo me comprometo, si los indicados funcionarios no se manifiestan para hacerles el homenaje, darles medallas y reconocimiento público, a buscar patrocinios para entregarles un merecido regalo por su humanismo a toda prueba, ya veré a quien le pico los ojos para conseguir los premios, pero tan arrojada hazaña merece estar en los titulares de los periódicos del mundo y de los noticieros urbi et orbi, sobre todo, para que sirva de ejemplo a todos y escarmiento a los que sin hacer nada se sienten con derecho a usufructuar un cargo que no merecen ni les corresponde.
Dice el Talmund, que: “Quien salva una vida, salva al mundo”.

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