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sábado, 21 de noviembre de 2009

En la cúspide del "reiting"

Por mucho, mi columna es la más leída del pueblo, y lo digo con toda la arrogancia de la que soy capaz, ya que la humildad nunca se me ha dado, prefiero ser cabrón que indejo, porque los indejos dicen que si a todo aunque en esa sílaba enloden la dignidad, naturalmente, tengo que reconocer que uno de los principales factores de dicho éxito editorial, es, sin duda, la autonomía de criterio con la que ejerzo mi libre expresión, a lo mejor si estuviera en la nómina del periódico “El Águila Panzona” de Huehotzingo, no podría escribir con tan decidida soltura espiritual, pero gracias a Jiová Dios soy parte de esta nueva pléyade de magníficos periodistas que integran la planilla de Líder Informativo, claro que yo ya no me cuezo a ningún hervor, y es que la nueva hornada de excelentes reporteros, le (nos) están dando la muestra a los de la vieja guardia, de cómo se debe desarrollar el oficio con prestancia, galanura y objetividad, por cierto, hace poco me escribió un antiguo lector, de esos que me han acompañado a donde quiera que he ido y en esa corta misiva me dice que lo que hace peculiar mi forma de comunicar los haceres y díceres de nuestra ampulosa sociedad porteña, es mi estilo espontáneo, que a lo mejor no soy el mejor escribidor de todos, pero que gracias al don inigualable de ni siquiera saber dónde van los signos de puntuación, y esos párrafos chorizones, que uno sabe donde empiezan pero nunca donde terminan, le dan a mis redacciones un ritmo vertiginoso a las palabras que igual aunque nada digan como quiera entretienen, claro que no sé si eso que el fan me expresó sea bueno o malo, porque hablar por hablar, pues cualquiera lo hace, pero transmitir un mensaje así sea de chiste como los que yo suelo plasmar en este espacio de la página tres de la sección Show, que tenga estructura y cuerpo, no son enchiladas, pero reconozco que Diosito siempre me ha bendecido con el carisma que me otorga, y desde hace muchos años poseo un club de lectores cautivos que se ríen con mis ocurrencias, lo difícil, ha sido sostenerme en el candelero y gustarle a las nuevas generaciones, eso ha sido muy tenaz, porque un día se lo confesé a Martha Ibarra la jefa de recursos humanos de la editorial, que a lo único que le tenía miedo cuando el contador Pepe Suárez y su distinguida familia me hicieron el honor de invitarme a participar en este nuevo proyecto periodístico, era precisamente no estar a la altura de los jóvenes que leen el Líder, porque confeccionar una columna solamente para los de mi edad o mayorcitos que yo, pues hubiera sido frustrante para mi persona, y es que uno, imperceptiblemente, se anquilosa en formas arcaicas de escribir, pero ahora con este arrasador reiting que tengo, no puedo hacer otra cosa que reconciliarme con mi labor de juglar y por supuesto agradecerle a todos los huercos que me siguen a diario por sus constantes muestras de afecto que me impulsan para seguir con este largo aliento de trabajo que pervive a pesar de lo cambiante de las eras, ven, lo que les digo, queridos lectores, que desde el principio de esta Guillotina, he querido platicarles acerca de los diputados de nuestro pauperizado país, que son como los hijos desobligados, es decir, que se pueden matar con cualquiera en una cantina si les mientan la madre, pero a la pobre viejita autora de sus días la tienen muerta de hambre arrecholada en su jacal, y es que con eso que les dijo, Joseph Stiglitz, premio nobel de economía, de que la estrategia de México durante la crisis financiera fue una de las peores del mundo, todos ellos en bolita, bueno más El Gordo Carstens que los otros, contraatacaron con uñas y dientes: “desconoce que México fue azotado por la caída de la producción petrolera” se defendió el secretario de hacienda que tiene cara de abundancia y Ernesto Cordero director de Sedesol, espetó a Mr. Stiglitz: “que se ponga a leer más de México”, pero tampoco es que a él se le noten muchas lecturas de nada, en fin, que se avecinan tiempos difíciles para México, nada más falta que un perro venga y nos mee, por lo menos, que no sea el Perro Aguayo ni un descendiente de su jauría. Oremos.

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