jooble.com

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Sara es sada


Sara es sada
Las mujeres siempre han sido blanco fácil para todo tipo de violencia, incluso la doméstica, yo me acuerdo que mi tía Sada, así le decíamos, pero en realidad su nombre de pila, era Sara, le encantaba cocorear a mi tío Oscar, al que de cariño llamábamos Osco, y es que a ese pariente que tenía tipo como de judicial desvelado, ya que se tomaba la valiente, le daba por armarle unos panchos que se oían en toda la cuadra, claro que ella, por vergüenza o por temor, trataba de acallar los gritos, los palmetazos y las mentadas, cosa casi imposible, porque al tipo le encantaba hacerla tragar buches de camote de la pena, tal vez ese haya sido uno de sus grandes placeres, lo raro es que al día siguiente, luego de la maraquiza, la pobre mujer se levantaba temprano para guisarle sus chilaquiles bien picosos con una caguama bien fría, con tan denodado afán para que su “viejo” viera que no se había equivocado al elegirla como su esposa y madre de sus triponcitos hijos.
El 25 de noviembre se conmemoró el Día Internacional de la Eliminación de Violencia contra la Mujer designado por La Asamblea General de las Naciones Unidas en 1999, por eso me acordé de la amarga experiencia de mi tía Sada, y si antes, eso era casi normal, ya que las sufridas mujeres ejercían orgullosamente su fatal destino como las “amas de hogar” porque no tenían alternativa alguna, sin oficio, ni profesión, ni carrera, no les quedaba otra, más que apechugar su situación de esclava del marido, después de los hijos, y es que si se rebelaba, corría el riesgo de que el proveedor de casa, comida y sustento, se le pusiera de fierro malo y le levantara la canasta de los huevos, la leche y el pan, no digo, no, que eso haya sido en todos las familias, pero según estadísticas de la ONU, tres de cada cinco mujeres son víctimas de algún tipo de maltrato físico, ha sido forzada a mantener relaciones sexuales o ha padecido algún tipo de abuso a lo largo de su vida, generalmente por parte de alguien conocido.
A todas las mujeres, menos a las esposas, lo mismo que las hace vulnerables las protege, es decir, su propia condición de fragilidad las blinda de la violencia, pero esa misma lasitud se torna en su contra si se topa con un marido abusivo que a la primera provocación se las madrea, como mi tío Bulmaro, que daba el consejo a sus compadres: “llegando a tu casa, lo primero que tienes que hacer es darle una pataliza a tu vieja, tú no sabes ni por qué le pegas, pero ella sí”, y así ha sido por años, lo raro que no ha sido ése el contexto en el que extrajeron ni las leyes ni el día que se conmemora, sino el brutal asesinato en 1960 de las tres hermanas Mirabal, activistas políticas de la República Dominicana, por orden del dictador dominicano Rafael Trujillo que duró más años que otros en una silla que chacualeaba sangre inocente.
Ya ni hablar de lo de Juárez, que ahí no hay ley que ayude a nadie, pero menos a las mujeres que las masacran por racimos, hasta películas han hecho respecto al tema y dicen, los que siguen de cerca el fenómeno que continúa el acoso a las féminas que salen a la calle con temor de ser asaltadas por la galopante inseguridad que asuela a esa región, lo bueno es que en nuestro pueblo globero no es tan grave o al menos no hay registros alarmantes ni estadísticas agobiantes al respecto.
Yo estoy de acuerdo con lo que los caballeros a ultranza, dicen a favor de las mujeres: “no se les puede tocar ni con el pétalo de una rosa” porque de ellas provenimos, aunque es verdad que hay algunos que no tienen madre y otros, son hijos de una tía, como quiera que sea, hay que impedir que a las hermosas damas se les haga daño, y que caiga una maldición gitana sobre la cabeza de aquel que ose levantar una mano para lastimarlas. Ya dije.

No hay comentarios: