El día de la Candelaria no es una festividad cualquiera; se
trata del preciso instante en que se levanta al Niño Dios, yo, cuando era un
huerquillo, me ponía al lado de mamá, para observar el ritual de cerca, y es
que, no sé si ahora, las católicas contemporáneas sean capaces de hacerlo con
la misma devoción de antaño, porque eso sí, son buenas para andar en todos los
bailongos con los curas, pero cuando se trata del trabajo espiritual, de ése si
no saben nada, supongo que esto no lo deben haber vivido las nuevas
generaciones, así que, les voy a platicar lo que hacía mi jefecita santa,
quitaba de una por una las figuras del nacimiento que había heredado de mi
bisabuela Panchita, y algunas otras, que deterioradas por el uso, había
reemplazado, además, como éramos tantos niños en la familia, agarrábamos los
monitos para jugar, travesuras de chamacos torpes que irrespetábamos la tarea
mística de nuestra progenitora, entonces, los iba envolviendo en papel
periódico con sumo cuidado, como si estuvieran vivos, a mí, eso, siempre me
llamó la atención, más tarde, vestía al niño con la ayuda de su comadre, es
decir, de la madrina del niñito, la que, además de comprarle el ropón, se
discutía con unas docenas de tamales, luego, ambas, se dirigían al templo para
presentarlo, lo que poca gente sabe, es que, esa es una tradición judía, al
momento de completar la cuarentena, purificada la madre, era obligación llevarlo
para que recibiera la bendición de Dios, el nombre Candelaria viene de la
tradición de bendecir velas y distribuirlas entre los adoradores, y es que, las
velas recuerdan las luces de Navidad y simbolizan las palabras de Simeón a José
y María en Lucas 2:32 de que Jesús sería "la luz para revelación a los Gentiles
y gloria del pueblo de Israel", esta es una de las pocas tradiciones que
perviven, aunque con algunas modificaciones por culpa de algunos sacerdotes
baquetones, que prefieren andar con su vinito de consagrar brindando con sus
compadres, que promover dichas recreaciones de momentos inolvidables de nuestro
señor Jesucristo, no quiero que vayan a pensar, queridos lectores, que los
quiero convertir al catolicismo, si las religiones no son de contentillo, esas
se llevan en el fondo del alma, y nadie, tendría el poder de desviar las
creencias arraigadas en cada persona, por cierto, que los que se sacaron el “monito”
de la rosca, tienen la obligación de invitar una tamalada a los asistentes el
seis de enero, la verdad es que muchos no cumplen, pero les advierto, que es
una bendición para los agraciados, aunque los disfruten todos los invitados, además,
tampoco es que se gasten una pequeña fortuna, si, son bien baratos, uno de los
detalles que me parece no es del todo ortodoxo, es que, vistan a los niñitos de
futbolistas, o sea, imagínense, al bebito hijo de María y José, ataviado como
un “bocho”, es decir como un jugador de las chivas, como que no está bien,
todavía si fuera de las águilas del América, otra cosa sería, mi tía Candelaria,
a la que, de cariño, o por mulas, todavía no se sabe, le decimos Candy, y es que,
como vive en El Cenizo, Texas, la vieja afrentosa, se siente pocha, pues, para
que se sienta más gabacha, le atornillamos ese apodo, hace un fiestón en su
rancho en Anáhuac, mata dos marranos y cocina un asado que le queda para
chuparse los dedos, todos vamos, ya dicen los regios, que a la gorra ni quien
le corra, por supuesto que amanecemos celebrando el santo de nuestra parienta,
pero también, para recordar que Jesús es la luz del mundo, y que le debemos
adoración, a él, y sólo a él, debemos pedirle para que nuestros respectivos
hogares sean de abundancia, prosperidad y amor, perdonen la invectiva, asiduos
fans, a ver si no se encabrona mi mentor don Juan Pérez Ávila porque ando de
beato fronterizo, mamá tenía un dicho para ese tipo de gentes que eran muy
persinadas como yo: “las cruces en los pechos y el diablo en los hechos”. Ya dije.
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