Francamente, sin dármelas de muy acá, ni de más allá de lo
que soy, les confieso, asiduos fans, que me ha llenado de asombro que anden deambulando
por el mundo personas sabelotodo que le han dado nombre a lo que ya lo tiene,
por ejemplo, eso de “Kitsch”, supongo que no muchos de ustedes sabrán a lo que
me refiero, no digo, no, que sean unos iletrados, sino que nadie tiene la
obligación de enterarse de las ocurrencias de algunos buenos para nada que
quieren hacerse los inventores del agua tibia para pasar a la posteridad,
miren, ustedes, queridos lectores, que estos dizque antropólogos sociales, se
refieren a eso de “Kitsch” como algo que sobrepasa los límites de lo bello,
pero se sublima en la cursilería, no sé, si actualmente lo hagan, pero antes,
muy antes, a las quinceañeras ñoñas, les embutían un vestido ampón color rosa,
eso es muy, digamos, adecuado para la ocasión, pero encima, tachonaban la tela
de diamantinas de diversos colores, quesque para que brillara en su debut en
sociedad, no conforme, la mamá y las tías metiches, le agregaban unos cuantos
moños para que no se viera tan simple, ya con esos detallitos, al estrangular
el buen gusto, al recargar lo sencillo, lo transformaban de un atuendo formal
para una fiesta rumbosa, en una vitrina de mercería de ejido, y es que, hay en
lo cursi, un discreto encanto, y no, que sea partidario de los mantelitos
individuales que mi tía Chabela del Carmen, bordaba para ponerlos por toda su
casa, igual en la consola de discos, en la credencia o en el chifonier que
había comprado en Tapizados Monterrey, sin embargo, era la envidia de todas sus
comadres, que le chuleaban todos sus adornos sobrepasados, claro, que, si de
por sí, doña Chabela, era muy presumida, pero Mauricio González de la Garza,
asegura que cursis somos todos, así como músicos, poetas y locos, sólo que
algunos viven la cursilería como vocación vital o como doctorado honoris causa,
díganme, ustedes, queridos lectores, si no es cursi y amaneradísimo, eso que
dicen los políticos en sus discursos fiambres: “en esta hora en que la patria
nos reclama desde la hondura de su ser, que libremos la batalla final para
rescatarla de las fauces de la ignominia de los emisarios del pasado que
impiden su evolución a una mejor vida para todos sus hijos”, ejemplos hay
muchos, cursis somos todos, si eso está muy claro, lo que me encabrona, es que
estos estudiosos de las conductas de los individuos en sociedad, anden inventándose
chingaderas como esas de Kitsch, a lo mejor, es que para eso les pagan y tienen
que desquitar sus onerosos sueldos, demos por sentado, que lo naco y lo cursi
son parientes cercanos y que se sientan en la misma silla, entonces, ya no hay
ni para donde hacerse, en ese rubro tan amplio, cabemos todos, desde los muy
léidos, hasta los que no saben ni la O por lo redondo, a mí, por ejemplo, los
moditos de Chepinita Vázquez Mota, con todo y que es una mujer muy estudiada,
me parecen cursis y torpes, en cambio, a pesar de los batilongos que parece que
le robó del closet a doña Amalia Hernández, Beatriz Walls, o sea, Paredes, es
tan genuina, tan muy de su sentir, que deja de ser cursi para convertirse en
una paladina del buen gusto, por auténtica, por no parecerse a nadie, ni
siquiera a ella misma, y es que, la pre pre pre pre candidata del PRI a la
jefatura de gobierno del D. F , es una exaltación vernácula de su propio ser, lo
“Kitsch”, lo cursi, lo ridículo, no respeta clases sociales, ni económicas, la
única diferencia es el precio, sin duda, lo más “Kitsch”, es el mentado vestido
de novia, con velo y todo, que ya, ninguna muchacha en edad de merecer,
merecería llevar el albo traje ante el altar mayor, que todas, o casi todas,
tienen en su haber, varias entradas y salidas de moteles, en fin, lo “Kitsch”
no existe, es una variante de lo cursi, que se puede observar hasta en el
título de las taranovelas de Televisa, pero eso es un tema para analizarlo con
la ayuda especializada de siquiatras, y sí, también esta columna es muy “Kitsch”,
lo único que me salva es que yo soy muy católico y acérrimo Guadalupano. Ya
dije.
jueves, 5 de enero de 2012
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