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jueves, 24 de septiembre de 2009

Tara

No sé si crean en esas chimistretas de los videntes que se asoman al futuro para traerlo al presente, pues yo también soy como ustedes, hasta no ver no creer, pues resulta que estando de ocioso en mi casa –como dicen los chilangos con su cortesía chabacana- “su casa”, respondo a uno de esos millones de anuncios que saltan de la pantalla como conejos de la chistera del mago, en el que la hechicera de marras, asegura que atenderá mi caso de manera gratuita y a la vuelta de algunos días me enviará sus predicciones, dicho y hecho, pues hoy me llegó una extensa carta de 20 páginas en la que la bruja blanca me da santo y seña hasta de mi carácter atravesado.
La verdad es que los rasgos de personalidad entre los seres humanos tampoco han de cambiar tanto de uno a otro, si ya se sabe lo que se dice respecto a los sentimientos y sus proclividades, que esos nunca mutan, y prueba de ello, son los testimoniales documentados en la historia de la humanidad, en los que las pasiones son las mismas, es decir, la codicia, la fornicia y la impudicia, por tanto todo lo que expresó de mi persona es cierto, sobre todo eso que dijo de que tengo un magnetismo especial, claro que no doblo cucharas como Uri Geller, pero si me concentro, puedo saber lo que los otros están pensando de mi, además es verdad que pronto voy a ser conocido en todo el país, francamente nunca he tenido ninguna duda en ese rubro del talento, porque no están ustedes para saberlo queridos lectores, pero estoy en la preparación de un libro, oigan si la Guadalupe Esa ha publicado puras pendejadas, porque las mías, que por lo menos son graciosas, no las va a querer publicar algún editor chisquiado de la capirucha, y me está quedando bien chingón, en el primer capítulo que se intitulará: “Las reinas del catre” daré cuenta de todas las señoras que siendo lo que fueron, se casaron de blanco, luego que todos los hombres de una época completa se las llevaron a Chihuahua a un baile, naturalmente que hablaré de la señora que se acostaba hasta con el chofer de su marido, aunque todo mundo supo de esa relación, la impúdica mujer insistía que el hombre, por gentil la acompañaba al baño y que se quedaba a dormir en su casa porque entre otras de sus funciones estaba la de guardaespaldas de ella y de sus vástagos mientras su esposo se la pasaba en giras de trabajo con el gobernador.
Madame Tara no se equivocó tanto al hacerme notar que mi racha de buena suerte empezaría a partir de octubre, mes en el que recibiré una propuesta de empleo y que es posible que me vaya a vivir fuera del pueblo, claro que a mí no me convence nadie con vidritos de colores ni con fulgores de espejos, así que mi partida del globero puerto, la veo muy difícil, a menos de que me vaya con un sueldazo o mínimo con un contrato en el que se comprometan a entregarme las llaves de la ciudad, pero también un departamento de lujo y coche a la puerta, porque irme de aquí, implicaría dejar mi hogar, que aunque no reniego de la bondad de Dios para este su hijo descarriado, si me voy de mi sacrosanta casa, es para irme a vivir de perdido al palacio de Cortés en Cuernavaca o por lo menos a la casona señorial del Virrey de Mendoza en el centro histórico de la ciudad de México.
Me auguró varias desgracias, pero como ya sé que estando en manos de Dios, el innombrable no podrá meter su cuchara, así que si es voluntad del Creador, yo no me opondré a cumplir cabalmente con mi destino, además el tiempo es de Jiová mi Señor, y nadie, ni siquiera esta Tara que es muy fregona para eso de las adivinerías y milagros con baños espirituales, puede saber lo que vendrá en el futuro, claro que yo creo en los poderes de esas santonas que tratan de ayudar a los seres humanos, lo único que no me parece honesto es que quieran cobrar las perlas de la virgen por sus oficios de brujas poderosas.
Con eso de Tara me acordé de una suegra que odiaba tanto a su nuera que le hizo un mal, pero como le “desió” que le diera una enfermedad de cama permanente a la persona que más amara, pues le dio en toda la torre a su propio hijo, que ahora no camina y cada vez que quiere hablar ladra con voz grave como si fuera a morder. Ya dije.

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