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domingo, 13 de septiembre de 2009

Candoroso Chapulín


Tienen razón los artistas que se defienden cuando los periodistas hablan mal de ellos, diciendo, entre otras lindezas, que han actuado en fiestas privadas de poderosos narcos, como si fuera su culpa, además, ya lo dijo Chespirito, cuyo único talento estriba en repetir una y otra vez el sketch del pastelazo, pero con tan buena estrella que de ese humor ramplón ha vivido cómodamente sin tener que volver a trabajar, aunque supongo que aguantar todo el día a la doña Florinda ha de resultar bastante incómodo: “cómo iba a saber que eran narcos” y claro, el chaparrito nunca se podría imaginar que esos señores con caras de suegras con gripa, serían gangsters: "No puedo asegurar con exactitud con quién o para quién he trabajado, no les pido su identificación al momento de firmar algún contrato, esa no es mi labor. Yo sólo cumplo con mi trabajo y no me dedico a investigar para quién actúo".
Ese chisme lo filtró el ardido de Carlos Villagrán “Kiko”, claro que a la máxima gloria de nuestra comicidad contemporánea no le hizo mucha gracia que anduviera contando sus enjuagues con los cárteles colombianos, y yo estoy de acuerdo con él, porque los dólares que pagan los narcos valen exactamente lo mismo que los que entregan las personas honorables.
Un día, hace muchos pero muchos años, no sé si ya se los conté, me mandó hablar uno de los narcos más poderosos del pueblo, ese que hasta tuvo un periódico con su apellido, nada más que le quitó la “erre”, y al tenerme en frente, me preguntó: “¿Usted sabe quién soy yo” y claro que si sabía, pero en esos intríngulis mafiosos, es mejor fingir que no se sabe nada, así que le contesté con mi mejor sonrisa: “No sé” Y él, muy divertido con mi nerviosismo, me contestó: “Soy su patrón. Su sueldo sale de mi bolsa”, claro que en ese entonces yo era un huerquito, a lo mejor si hubiera sido más desconfiado nunca habría aceptado el empleo, pero la necesidad de chambear, no tanto por el dinero, sino de tener un foro de expresión para lo que desde siempre supe que sería mi oficio, me empujaron al abismo de los grises matices de la corrupción en la modalidad de integrante de una comparsa festiva para rendirle pleitesía a un “Señor” que compró un periódico para inventarse una historia de respetabilidad, a lo mejor su error, fue que con tanto dinero como el que tenía, en lugar de comprar los derechos de un “niuspeiper” pueblerino, pudo haber adquirido uno de la capirucha o hasta una cadena, pero no para amarrar a los perros, que esas cualquiera va y las compra a la tlapalería “El Clavo Tote”, tal como lo hizo Mario Vázquez Raña con los Soles de García Balseca, aunque dicen que el verdadero dueño es (o fue) Echeverría, y a mí no me consta, pero hay quienes aseguran que el pérfido ex presidente esposo de la compañerita Esther Zuno, compró también El Universal y puso de director a Healy Ortíz, pero cuando quiso comprar la UPI le ganó el tiro el Tigre Azcárraga que impuso como director de la famosa agencia a su achichincle de más confianza, y el más corrupto de todos, don Jacobo Zabludovsky, pero lo tuvo que quitar del cargo, porque hacia el interior de la misma, empezaron los descontentos por lo que ya se sabe de las mañas del viejo lobo de la Merced, que también quería tener “su primer Espada” como el joven Murrieta en su noticiario de la tele, a Excélsior ya le había dado en la madre al quitar a Julio Scherer y a sus colaboradores más cercanos y trepó al trono al fementido Regino Díaz Redondo.
Joven e inexperto, conste que nunca he sido pendejo, a veces, como suelen hacerlo los inteligentes, finjo serlo, para que no me lleven a Chihuahua a un baile, en ese entonces, no entendía el hecho de que los periodistas más famosos del pueblo, incluso los incorruptibles, no voy a entrar en detalles, al menos no en esta ocasión, desfilaban por esos correderos palaciegos y nunca voy a olvidar, la cara de uno de esos gargantones de plumas filosas, con la sonrisa brincándole en las comisuras, ancho de orgullo por haber sido convocado por “El Señor”, ya se sabe que los lambiscones a sueldo se refieren a sus jefes con ese término de cortesía, pero ellos lo emplean no como una manera de dirigirse, sino en tono genuflexivo, hay unos que hasta paladean el adjetivo para que al emitirlo, llegue a los oídos anhelados para endulzarlos con su vasallaje, luego supe que lo había nombrado director y en ese instante, entendí que el dinero pavimenta los caminos de la honestidad.
Nunca he sido demasiado avispado en esos espinosos asuntos de la compra venta de la honorabilidad, porque jamás he sido tentado por el innombrable, claro que tampoco soy el santo Job para que el Chucho volteé sus ojos hacia mi humilde persona, bien decía mi abuelita Elena: el diablo sabe a quién se le aparece, pero no digo que de esta agua no he de beber, porque luego hasta me voy a andar ahogando por hablador, a lo mejor no me he vendido porque nadie ha ofrecido ni un cinco por mi talento.
Yo defiendo la postura de Chespirito porque recibiendo el dinero por sus honorarios de bufón, para qué chingaos iba a andar preguntando de dónde provenía tan jugoso botín, además como dijo una vez, la tan temible como hermosa, María Félix, refiriéndose al aderezo de esmeraldas regalo de Jorge Negrete, cuando la codiciosa prole del charro cantor, se lo pidió de regreso: “lo cáido, cáido”, y yo juro por El Beato Carlos, que tampoco nunca me di cuenta que el que me pagaba un sueldazo por hacer nada, era el jefe de la mafia de nuestro solar, aunque a toro pasado, tengo que confiarles, queridos lectores, que esos que parecían rifles de asalto, pistolas 357 magnum y palomotas con harta pólvora, yo creí que eran de pura utilería para despistar al enemigo. Cosas Veredes Mío Cid.

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