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viernes, 18 de septiembre de 2009

La Pesadilla


El otro día me encontré a una distinguida mujer en un centro comercial y me preguntó de frente: “Usted es fulano de atar el que fue a la boda de mija a tomarle fotos” y yo con cara de mata viejitas, pero con ribetes de locura en mis hermosos ojos tamaulipecos, aunque mi hermana Ana Lilia dice que estoy bien pinche bizco y tengo cejas de mono de ventrílocuo, le contesté: “si, pero no le diga a nadie, porque eso ocurrió hace 25 años y yo siempre he dicho que todavía no cumplo los 28”, la encantadora dama, se me quedó mirando con ojos de admiración y no se contuvo para decirme: “pero es que está usted igualito” solamente le faltó agregar que igualito a mi abuelito”.

Naturalmente que no voy a incluir toda la charla en esta columna, porque la preciosa dama, se confesó como una asidua lectora de la presente Guillotina desde que comencé allá por el segundo lustro de la década de los 80, y en sus elogiosas palabras pude percibir que nunca la toqué con uno de mis infames, pero divertidos cuentos que tanta gracia y asombro han causado entre nuestra ampulosa sociedad porteña, así que como pude, con todo comedimiento, ternura y tacto, la mandé a la chinflada para seguir con mis compras en la tiendota de víveres más grande del pueblo.

Ese encuentro me sirvió para analizar un tema que para mí, ha sido un prurito, mmm, ya sé que no saben que quiere decir, pero ni se preocupen que yo tampoco, así que vamos a hacer todos de cuenta como si juéramos doctos, cultos y escrebidos, y supiéramos que se trata de un asunto de suma importancia que nos atañe, nos preocupa y quita el sueño, claro que no voy a decir el nombre de la señora, porque su apelativo, que en realidad no lo es, es una especie de sobrenombre cariñoso, y no que sea precisamente un apócope del apodo, ni una contracción del seudónimo, es de todos conocido en el pueblo, ya que es una señorona de alto linaje y prosapia alcurniosa.

Siempre, y cuando digo siempre, no estoy exagerando, he tenido la duda respecto a los motes tiernos y algunos francamente ridículos, de las señoras, sus hijas, nietas, sobrinas y demás familiares, con los que llaman a sus parientes cercanas, si la más viejita de la dinastía se llama Guadalupe, no le dicen Lupe, que de hecho, tener una mujer con ese nombre en cada hogar de la gente decente del siglo pasado, era de gran orgullo y muy nais, sino que le cambian el apelativo con un:“Lupi” o “Pita” pero jamás usarán el sobeteado vulgarmente ya conocido de todos, tal vez sea un misterio que nunca habrá de dilucidarse, como el enigma que tantos desvelos le causó a Sor Juana Inés, el hecho de que la clara con el fuego se volviera alba, por lo pronto, desde hoy, no me llamaré Ejecutor, si no El Eje, se oye con más caché, más propio, aunque la verdad es que en mi barrio, me conocen por El Chupas porque siempre me duele la cabeza.

LA PESADILLA

Anoche tuve una pesadilla…Una pesadilla terrible.

En la pesadilla cuando me levanto de la cama y me miro al espejo, descubro… Que soy negro, que digo negro, soy casi morado.

Hecho la chingada me meto la mano al bolsillo para ver mi foto en la credencial del IFE y me sale el mismo color.

Busco el pasaporte y la foto también es negra y, para el colmo, descubro

Que soy argentino. Dios mío… no puede ser

Me siento, hecho polvo, en una silla… ah cabrón… tengo una pierna de plástico… y la silla es de ruedas. Lo que significa que, además de ser negro y argentino, soy un discapacitado. ¿Qué es esto? ¡Es imposible que yo sea todo esto!

Alguien me toca por atrás y me dice que me calme…

Era Chuy, mi novio.

Lo que me faltaba… también soy homosexual.

Y además con sida, según dice mi cartilla de salud...

Chingao, en medio de toda esta desgracia, busco mi jeringa... ¡señor, no es posible! ¿Negro, argentino, discapacitado, homosexual, seropositivo y farmacodependiente?

Desesperado, empiezo a llorar, a tirarme del pelo y... ¡noooo!... soy calvo.

Suena el teléfono y es mi hermana Paulina que me dice ¡desde que murieron mamá y papá, lo único que haces es drogarte y quedarte hay tirado, sin nada que hacer, en todo el día! ¡busca cualquier trabajo, el que sea.

Si, también soy huérfano pa' acabarla de joder, también soy huevón.

Intento explicar a mi hermana lo difícil que es encontrar un trabajo de lo que sea, cuando se es negro, argentino, discapacitado, joto, drogadicto, seropositivo, calvo, y huérfano, pero no lo consigo porque, porque... porque también soy mudo!

Trastornado, cuelgo el teléfono con la única mano que tengo... uh-que la chinflada... soy manco... bueno, el caso es que, con lágrimas en los ojos, me acerco a la ventana a mirar el paisaje

Montones de patrullas y varias vecindades alrededor, frente a mi vida hay una barda que dice:

“Colonia Hidalgo es ley”.

Siento una puñalada en el marcapasos.

¡No mams..! además de negro, argentino, discapacitado, joto, drogadicto, seropositivo, calvo, huérfano, mudo, manco y cardiaco, vivo en la colonia Hidalggooooooo!

En ese momento se me acerca mi novio Chuy, quien con lagrimas recorriéndole el rostro con voz aguda y quebrada: “cariño, no te preocupes... verás que este año Eugenio y Ramón nos van a sacar de esta miseria en la que nos encontramos.

¡Ta madre... lo que me faltaba! ¿También soy priista?

P.D: Conste en actas que es el chiste de un sueño que viene circulando en internet, mía es solamente la adaptación literaria a nuestro peculiar lenguaje norteño, es decir nada es verdad, sólo es la narración de vozenoff de un arrebato onírico, y lo digo porque no vaya a ser que nuestro carismático alcalde me vaya a tachar de su lista de prospectos para algún cargo importante de su mandato estatal desde un lugar indeterminado en Vicky Ranch, aunque yo no doy el kilo, porque no soy obeso ni lambiscón y parece que es un requisito indispensable para alcanzar los altos puestos tamaulipecos. Ya dije.

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