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viernes, 11 de septiembre de 2009

Las esposas de los ricos


Los ricos aunque estén más feos que un perro muerto al tercer día, siempre consiguen casarse con muchachas despampanantes, pero eso igual pasa en Laredo que en Padilla, Tamaulipas, en Nueva York, Bustamante, Madrid o Lampazos, ya sé que se oye muy feo, pero que una niña preciosa con cara de rosa y cuerpo de Diosa se case con un señor que tiene cara de enanito torero y cuerpo de masacote, tendría que ser considerado un crimen de lesa Majestad, es más, yo insto a nuestros huevones legisladores a que promulguen una ley en la cual se prohíba que los millonarios compren a las mujeres hermosas de cualquier sitio del mundo, porque hasta da coraje que el hijo de su re puta (ción) dudosa, se pasee por las fiestas postineras del pueblo, del brazo de una señora que podría estar en cualquier corte palaciega con mayor donaire, prestancia y apostura que las pirujas hijas de Grace Kelly o la Letizia de España esposa del príncipe Felipe que dicho sea de paso tiene una historia oscura de ambigüedad sexual que circula en los pantanosos corros de la madre patria.
Claro que en cualquier parte del planeta, incluso aquí en Laredo, hay chicas hermosísimas que se venden al mejor postor, a menos de que padezcan una patología del alma para elegir a una de esas adiposas prefiguraciones espirituales como el amor de su vida, porque yo no puedo creer que alguien tenga ese mal gusto de enamorarse perdidamente de un feo, y conste que no soy tan cabrón, porque podría citar mil ejemplos, y no de ahora, sino desde hace muchas décadas, en las que las niñas hermosas muy pobres vestiditas en harapos y teniendo como techo una chocita peor que la de Marimar, se han casado con tipos de la peor calaña con harto dinero, pero ya sacaré un libro de todo eso que se habla en los salones de belleza, que ahora se les llama estéticas, en las cantinas, en las reuniones de los clubes, en los corrillos de las fiestas, en las cacerías nocturnas del venado cola blanca o en las borracheras de los compadres que celebran sus triunfos con las mujeres como si de verdad no supieran que las tienen en su poder porque supieron llegarles al precio, además todo es ida y vuelta, porque ellos tuvieron la indecencia y el cinismo de proponerles el negocio de su vida a las féminas hermosas; flores de vecindad y musgos de asfalto, y ellas; el descaro de aceptar dichas propuestas.
Ejemplos hay muchos, si de esos matrimonios está llena nuestra sociedad, hay unas señoras que a través de su nítida belleza, se les trasluce la desdicha en la mirada, son como esas flores blancas, fragantes, suntuosas, que con su aroma perfuman los corredores del cosmos, pero están atrapadas en un burdo jarro de los que venden en la feria los artesanos chamulas, no las justifico pero las comprendo, porque díganme ustedes queridos lectores, quién chingaos podría ser feliz durmiendo al lado de un asqueroso bulto de sebo, con ojos de catálogo de borracheras continuas, lo malo de toda esta historia es que se casan por hambre y luego que consiguen quien les llene la panza, dejan de comer para no engordar, mi tía Eufemia diría con voz de ranchera norteña: “en el pecado llevan la penitencia”, porque santifican una relación de compra-venta con el rito sagrado del matrimonio y en su urgente deseo de salir de la pobreza, se sienten con el derecho de engañar a Dios para cumplir su codicioso propósito.
Lo que estas mujeres hermosas no saben, o fingen demencia, es que sus deseos de bienestar económico, los han pagado muy caro, porque ni modo que digan que han sido felices con esos esperpentos de maridos, qué quién sabe que les habrán obligado a hacer para desquitar lo que se comen, lo que se visten, lo que regalan a sus madrecitas santas y a sus hermanos vividores, pero ya lo dijo antes que yo, el poeta de las putas, Agustín Lara: “Vende caro tu amor aventurera, aquel que de tus labios la miel quiera que pague con brillantes tu pecado” y él hablaba por lo mismo que ya se sabe, compraba en los burdeles a las mujeres apetitosas a las que gozaba desde que se encendía la noche, a unas les ponía en las manos un lucero, y a otras, unos cuantos pesos, con unas se casaba, y a otras, nada más las usaba, a unas les componía canciones y a otras nada más les bajaba los calzones.
Las mujeres hermosas pobres tienen en su sino, una doble responsabilidad, porque saben que lo que pasean con altivez, se puede vender, y si lo malbaratan, se arrepentirán un día, pero si sucumben al amor por uno de su misma condición, se echarán encima la maldición de una generación completa de su ralea, porque en aras de su felicidad suprema al gozar de las mieles embriagadoras de la ternura del sentimiento recíproco, en cada rapto de embeleso, la cólera de los suyos, la rabia de saber que era la única persona que podía sacarlos de jodidos y egoísta prefirió su propia dicha, nunca la dejarán en paz esas malditas sombras de reproches.
Pero eso es más viejo que la roña, si ya lo dijo antes que yo: Quevedo: “Y pues quien le trae al lado Es hermoso, aunque sea fiero, Poderoso caballero Es don Dinero. Son sus padres principales, Y es de nobles descendiente, Porque en las venas de Oriente Todas las sangres son Reales. Y pues es quien hace iguales Al rico y al pordiosero, Poderoso caballero Es don Dinero”.
A los pobres y a los feos, no les queda de otra, claro, si tienen talento como José Juan Tablada, que recitarles su precio a las hermosas que se venden caras en las pasarelas: ¡Mujeres que pasáis por la Quinta Avenida tan cerca de mis ojos, tan lejos de mi vida!... ¿Soñáis desnudas que en el baño os cae áureo Jove pluvial, como a Danae, o por ser impregnadas de un tesoro, al asalto de un toro de oro tendéis las ancas como Pasifae? ¿Sobáis con perversiones de cornac de broncíneo elefante la trompa metálica o transmutáis, urentes, de Karnak la sala hipóstila, en fálica? ¡Mujeres fire-proof a la pasión inertes, hijas de la mecánica Venus made in América; de vuestra fortaleza, la de las cajas fuertes, es el secreto... idéntica combinación numérica!

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