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jueves, 5 de febrero de 2009

Me contó Mauricio...

Me contó Mauricio, que un mal día, se la encontró en el aeropuerto local acompañando a un político paisano, de esos de altos vuelos, y la señora, que, según mi mentor: “pasó de la recámara a la cámara”, le espetó casi en la cara: “usted nos tiene que ayudar a que Tamaulipas sobresalga” y no sé que otra sarta de tonterías, entonces, el escritor, le escupió una frase matadora: “yo a usted ni la conozco” caminó unos pasos, y al voltear, le advirtió al cowboy cósmico que la acompañaba: “usted cuide mejor sus amistades”.
Luego, ese mismo político, le rendiría homenajes y celebraría fiestas en su honor para congraciarse con él, pero claro que no regaron con claveles la Gran Vía como a la Emperatriz de Lavapiés ni mucho menos arrojaron pétalos amarillos a su paso como a Emperador romano, además, eso lo puedo asegurar, el inteligente periodista nunca lo hubiera permitido, y dicen que eso fue lo que ocurrió ahora con la visita de Gabo García Márquez, a la inútil Estación Palabra que hasta ensayaron la coreografía para aventarlos con precisión y tino, con un director teatral que trajeron ex profeso para tal ocasión.
Ya se sabe lo que se dice, que la verdadera grandeza de un hombre se mide por la forma en que trata a las personas de los que no puede sacar ningún provecho, y eso, Mauricio lo sabía perfectamente, así que todo lo tomaba con naturalidad, por supuesto que recibió las llaves de la ciudad y todas esas naqueces de diplomas de cartoncillos enmarcados en la miscelánea de la esquina, que luego, el autor de “Ultima Llamada” ha de haber tirado en el bote basura a la salida del salón.
Un día me habló por teléfono a la casa, y me preguntó que si le podría ayudar a organizar una cena a Ernesto Zedillo entonces candidato priísta a la presidencia de la república, naturalmente que inmediatamente le dije que si, y cuando otras personas del pueblo, se enteraron de la noticia, les palidecieron las ojeras y la sonrisa que les brincaba en las comisuras, de la pura envidia, se les desbarrancó en el ombligo, poco tiempo después pude conocer al que luego sería ungido como jerarca sexenal, pero de eso no hablaré en esta columna, que tengo tantas anécdotas al respecto de la gente que he tratado y he conocido, que un día escribiré un libro para contarlas.
Estos recuerdos de política me han venido a la memoria, porque acabo de leer un artículo de Mauricio González de la Garza en el que habla de esa anécdota y me menciona, pero también porque ahora con la enfermedad de mi hermana, me he dado cuenta que algunos políticos se sirven del puesto, como si fuera un botín de corsarios, y se van pasando la pelota unos a otros, es como una cadenita burocrática, uno entrega un papel firmado para entregarse en otra oficina, el que lo recibe, tiene la obligación de enviarlo a otro despacho, ése lo soba entre las manos, le pone su huella digital, el sello de mesa de recibido, y finalmente, una secretaria con cara de gendarme mal pagado, con labios en rosa fiusha nacarado y aliento de cenicero, dice: “no se puede hacer nada si no lo autoriza el mero mero”.
Mauricio, me confiaba que eso se llama política a la norteña, que sólo se puede ver en estas tierras polvorosas, porque el afán de no sacarse del cuerpo al personaje de Viviano el hijo de don Cruz Treviño Martínez de la Garza, encarnado por Pedro Infante, que era el alcalde del pueblito que bien podría ser Laredo, Anahuac, Nuevo León o Hidalgo, Coahuila, aunque en ese rancho grandote donde canta el viento al pasar por entre los árboles, por lo menos, el vernáculo presidente municipal, gobierna sobre dos o tres perros, tres vacas y alguno que otro parroquiano del Centro Recreativo El Coyote y aquí, todos quieren ser generales y nadie pasarse a la tropa. Cosas Veredes Mío Cid.
Por cierto que aquí anda nuestro gobernador Eugenio Hernández Flores en diligencias de festejos para las enfermeras y otros asuntos de alta envergadura de nuestra ciudad, claro que no todo está podrido en Dinamarca si nuestras autoridades municipales, en este caso, me refiero a nuestro carismático alcalde y al mandatario estatal, están haciendo una buena labor al cargo de lo de la aduana de 24 horas, además todas las obras monumentales que se están llevando a efecto, incluyendo mi placita La Loma que aunque va lenta ya está tomando forma y la magnífica labor social de Rebeca Canales de Garza Barrios, hija de Reynaldo y Elisa a quienes conozco desde hace muchos años, ya que son familia consanguínea del Lic. Ricardo Canales Escamilla que junto a su distinguida esposa, profesora Elva García Aguirre de Canales, hija de la profesora Elva Aguirre de García y sobrina de la profesora Minerva Aguirre Cavazos, son mis amigos desde más de 20 años.
Ya me voy, los invito a leer mi columna dominical que aparece en Gala en el contenido de dicha Guillotina hablo mal del baile de debutantes de la Mesa Redonda Panamericana, de Expomex y del Festival Internacional Tamaulipas.

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