Por la maldición de las herencias se han deshecho familias completas, y no solamente eso, sino que hasta se han dado casos de que se matan unos a otros con tal de quedarse con las fortunas amasadas por sus padres o abuelos, y este caso al cual me voy a referir se trata de unos esposos que muerto el padre de la señora, a ella le pareció lo más natural quedarse con todo.
Como dijo Jack El Destripador, vamos por partes, resulta que la hija del anciano hombre, por bondadosa y entregada a su progenitor, se lo llevó a su casa para atenderlo debidamente, claro que nunca fue una carga económica porque el señor siempre trabajó muy duro y era poseedor de una buena cantidad de dinero y muchas propiedades, pues hasta parecerá extraño que en estos tiempos modernos de globalización del planeta, la ingenua señora, entendió que si ella era la que lo tuvo en su casa hasta que se murió y el ancianito expiró su último aliento en sus brazos, se sintió con todo el derecho de quedarse con la casa y la fortuna del difuntito.
Lo que nunca se imaginó es que en nuestras sociedades modernas, no de ahora, sino desde hace muchos siglos, existen herederos naturales de los bienes de un difunto, es decir que aunque ella le hubiera hecho sus “chopitas” sus atolitos de maicena y le hubiera cambiado el pañal de tres miadas al autor de sus días, TODOS los hijos, nietos, sobrinos y cualquier pariente consanguíneo que demuestre con papeles su familiaridad con el muertito puede reclamar la parte proporcional que le toque del botín, digo, de la herencia.
Naturalmente que sobre el muerto las coronas y pasadas las tres misas, el novenario y las reuniones sociales propias del luto, una de las cuñadas de la abnegada hija que se quería quedar con todo, le marcó para convocar una reunión familiar y ver: “qué se va a hacer con la herencia” a lo que la indignada señora, le contestó que como le van a reclamar nada si ella fue la que se hizo cargo del anciano hasta sus últimos días: “si ustedes no batallaron nada con él, además mi papá me dejó todo a mi” y la otra, como es más larga que la carretera a Matehuala, le contestó: “enséñame el testamento donde te cede todo” y la otra se quedó con cara de sorpresa como la señora anciana que lleva mas de 20 operaciones y le quedaron los ojos como patrás…
Por supuesto que no le había dejado nada por escrito y ahora andan en esos pleitos de la herencia que se tienen que repartir entre todos y a ella creo que le va a tocar un terrenito vernáculo, tres perros flacos, cuatro macetas de hierbabuena y dos cuadros del “home interiors” pero luego les cuento bien como fue que llegaron a esas instancias del pleito y todo el lío que se armó por la ignorancia atrevida de esta candorosa señora. Estén pendientes queridos lectores porque les aseguro que se van a divertir mucho con los detalles que les voy a contar.
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