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jueves, 5 de febrero de 2009

El Sacerdote Ratero

El Padre era el más respetado de la región y tenía tal poder que con su sola recomendación de palabra, los gerentes de los dos bancos existentes podían otorgar préstamos, igual para construir una casa que para poner un negocito, y dicen, a mi no me consta, que todavía no me daba por haber nacido, que tenía tanto dinero acumulado producto de limosnas, donativos, diezmos y chantajes, que podía mantener diez casas hogares, cuatro colegios privados, dos asilos de ancianos y a todos los jovencitos piojosos que deambulaban por las calles de nuestro pueblo para darles un taco y luego tenerlos de mandaderitos.
Claro que ya está juzgado de Dios pero algunos que recibieron beneficios de su santa mano, viven y viven muy bien, gracias a que, según consta en documentos oficiales y privados, tales como fotografías evidentes de la amistad que sostenían, cesiones de propiedades, algunas en comodato, otras con ciertas restricciones de uso, y claro que en aquel momento, tenía a la mano cualquier comisionado gubernamental que certificaba dichas transacciones, ya que como era materialmente imposible que algún miserable mortal se atreviera a levantar su dedo índice o una mano para acusar o castigar sus infamias, no le importaba hacerlo a ojos vistos, que al cabo… “esos bienes se usaban para mayor gloria de Dios”.
Uno de los que ayudaban a legalizar sus atracos, estuvo a punto de confesarme todas las fechorías que el poderoso padre cometió en contra de la feligresía que lo seguía como si en realidad fuera el vicario de cristo, naturalmente que se arrepintió cuando se percató de que mi interés por la información, era escribir un libro para desmitificar la mentirosa vida de doble moral que el hipócrita seguidor de Jesús llevaba a las escondidas y entre las sombras, pero si me dijo los apellidos de las familias que fungieron como prestanombres para encubrir dichos robos, y cuando me enteré de quienes eran, pensé que lo tenían que pagar y de verdad que si lo han pagado con creces, porque han ocurrido desgracias inexplicables en sus familias.
Shakespeare en Hamlet, dice que la conciencia nos vuelve cobardes a todos, y estoy seguro, que las personas que han usufructuado de esas propiedades, no han de poder vivir tranquilas y el pan que se llevan a la boca ha de ser muy amargo, además, con qué cara van a voltear a ver a sus hijos, a sus nietos, a sus amistades, y yo como no soy de esa calaña, no me puedo imaginar lo que sentirán al verse reflejados en un espejo.
Lo malo de continuar con la veneración chapucera del santón es que se siguen cometiendo pecados por omisión, que en este caso en particular, al no hablar con la verdad, se tornan en cómplices fraudulentos de una vida que no fue tan ejemplar, porque si fuera cierto todo lo que se dice de su sacramentada persona, El Vaticano ya lo hubiera trepado a los altares por tantas obras pías como las que públicamente están documentadas en los periódicos de la localidad.
Gracias a San Lorenzo El Magnífico que estas fanáticas personas no han cometido el pecado tan grande de haberlo puesto en un sitio espiritual predominante porque entonces, los impíos, los rateros y los ruines que lo ayudaron a quedarse con todo, y al final se lo apropiaron ellos, estarían disfrutando de las mieles de la gloria cuando deberían estar, mínimo en el purgatorio.
Todavía hay personas vivas embarradas hasta las manitas en esos casos de peculado, que se sienten tocadas por la mano de la virgen y presumen una abnegación católica que es pura farsa como si le copiaran el gesto al Padre Marcial Marcel, director espiritual y fundador de los Legionario de Cristo que cometió tantas atrocidades en perjuicio de los niños de sus católicos colegios, contra quien todavía se sigue un juicio para que lo excomulguen y saquen su cuerpo del lugar santo en el que lo enterraron, este es un caso espeluznante que sólo de pensarlo, pone los pelos de punta a cualquier persona sensata y sensible, además, si el diablo se coló a esas altas esferas, y que engañó al propio Papa Juan Pablo II. que en pocas palabras, es el hombre más santo de este siglo y de los venideros, que podemos esperar en un pueblito como el nuestro, tan dejado de la mano de Dios.

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