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jueves, 5 de febrero de 2009

La Hija de La Chingada y su marido ratero

Si creen que las historias de las telenovelas son producto de una calenturienta imaginación, espérense a leer la tenebrosa miniserie: “la Hija de la Chingada y Su Marido Ratero” que les contaré en varias entregas dentro del espacio de esta misma columna, porque ha sido tal la maldad de la vieja que cuando me enteré, dije, oye pero ésta tiene que irse directito a la cárcel, no puede andar por la vida como si fuera una blanca palomita y resulta que en realidad es una maldita urraca roñosa.
La mujer es fea como Judas, pero eso se le disculparía, si no fuera tan perversa, resulta que es doctora, supongo que en realidad es una enfermera habilitada, porque ningún médico se porta así, a menos que trabaje en la Cruz Roja porque dicen que en esa benemérita institución hay un robadero que luego les cuento, ya que ese solo tema da para una columna completa, sólo les daré un adelantito, dicen, a mi no me consta, que los médicos de la emblemática y mundial agrupación, cobran a los enfermitos como si fuera un hospital privado, pero de eso les daré más detalles en estos días, porque si es así, si no tiene nada de caridad para los pobres, entonces yo en lugar de meter un peso en el bote cuando anden en la colecta nacional, les voy a echar un alacrán por infames.
La susodicha doctora junto con su esposo que también es médico, o funge como tal, se hicieron cómplices en una nauseabunda componenda que de por su sola idea, puede ser considerado un crimen, y es que si es verdad lo que dicen los esotéricos, que somos lo que pensamos, pues ella ideo la manera de convencer a la señora que naturalmente no se quería morir aunque ya tenia un avanzada edad, es decir más de cuarenta años, de aceptar el único tratamiento que podía ayudarla a vivir un poco más de tiempo, y claro, como nada más se quieren morir los santos para estar en la Casa del Padre, ella aceptó de buena gana someterse a la terapia milagrosa.
Los seres tenebrosos de la noche, con sus batas blancas y sus negras intenciones, acondicionaron un cuartito especial en la residencia de la anciana para darle los auxilios integrales del aparato que llevaron a ese espacio cubierto en vapores medicinales e instalaron a la ancianita ambiciosa de vida para enchufarla al aparato que le haría el lavado de sangre, claro que por cada terapia diaria le cobraban un dineral y como antes que le realizaran el filtrado del vital líquido, ella se sentía mal, con los pies hinchados, la cara como sapito en tiempo de lluvia, y conforme le eliminaban las toxinas y el exceso de agua, empezó a sentirse muy bien, pues dio en pensar que los angelicales médicos, en realidad eran enviados de Dios, él, san Juditas y ella, la Virgen María.
Lo que no se imaginaba era que las intenciones aviesas de estos hijos de Hipócrates, era dejarla en la bancarrota, pues dicho y hecho, le empezaron a quitar poco a poco su pequeña fortuna, y ya cuando no tuvo en efectivo, la asustada señora empezó a vender sus propiedades, total que para no hacerles el cuento largo, a la vuelta de unos años, de estarle sacando varios miles de pesos al mes, la infeliz enferma se quedó en la ruina, terminado el saqueo, los enviados de Satanás agarraron su milagroso aparato se lo llevaron de nuevo a su clínica y a la señora la dieron de alta en el seguro social para que le siguieran haciendo las diálisis.
Yo digo que, esa infamia, se paga aquí o en la otra vida, y es que estos móndrigos especialistas de la medicina, han de creer que se van a quedar sin su merecido castigo, pero si en el pueblo no hay justicia de los hombres, ni regulaciones médicas que protejan a los pobres enfermos para castigar las malas prácticas médicas, siempre queda la posibilidad de que los nefandos crímenes perpetrados por seres abyectos como esta pareja, aunque la autora intelectual de este robo, es la vieja cuerpo de mochila de “boisescaut”, Diosito se los cobre con altos réditos cuando estén ante su presencia.
Yo le aconsejé a la hija de la señora que metiera una denuncia para que estos cabrones le devolvieran su dinero pero no ha querido, yo, que soy un ser ávido de justicia, un día la convenceré para que los malandrines que navegan con bandera de benefactores de la humanidad en nuestra sociedad paguen por lo que hicieron y regresen lo que se robaron.

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