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jueves, 5 de febrero de 2009

La Hija Indolente

El alma humana está llena de misterios insondables, eso lo sabemos todos, pero lo que nadie entiende es la razón exacta para que la diabólica mujer se haya desentendido de su pobre madre, y es que, la verdad, nada le cuesta con ir a verla de vez en cuando, para que la anciana se tranquilice con su presencia, además, su dulce progenitora no le exige regalos costosos, digo, es cierto, que hay otras mamás que son muy abusivas con sus retoños, pero ésta, es la típica abuelita del cine nacional, abnegada como Sara García en: “cuando los hijos se van” que su único deseo es poder verla, por lo menos una vez cada dos meses, pero lamentablemente las múltiples ocupaciones de la “fair lady” pueblerina, le impiden acudir a la casita chiquita en donde nació.
Estas historias entrelazadas de madres e hijas que se casan con ricos y como si la riqueza fuera amnesia, se les olvidan sus orígenes paupérrimos, pero hay unas que por lo menos, son buenas hijas, algunas les construyen casa grande a sus familiares, y otras les dan empleos a sus parientes pobres, la mayoría les llevan un mandadito de canasta básica, pero muy pocas como la que ocupa ahora mi atención, y es que siendo que ella misma ha sido presidenta de instituciones benéficas, no vela por su sacrosanta madre y no la va a ver ni cuando está enfermita, claro que la señora tiene otros hijos pero como siempre ocurre que los padres, quieren más a los hijos móndrigos que ellas confunden con pródigos, y es que esa figura metafórica del evangelio, del hijo que a su retorno a la casa familiar, lo reciben como si hubiera regresado de la guerra de Irak o de las afueras de la cámara de diputados, pero yo siempre he considerado que esa es una imagen patética de un descastado que luego de correr por el mundo, ya que se ha cansado de pasear y derrotado, piojoso y en la ruina, no le queda otra alternativa que volver sobre sus propios pasos para refugiarse en el seno generoso de su hogar.
Yo conozco a la señora desde hace muchos años y es que vive a unas cuadras de mi casa, no digo que la visito, si tampoco trabajo de voluntario en el DIF, pero a veces he coincidido con ella en casa de una tía a la que quiero mucho, y aunque la ingenua señora, no sabe que yo escribo en el periódico Líder Informativo, me da mucha pena su caso, porque además se queja como si con sus lamentos pudiera atraer a su vástarga para verla un ratito de vez en cuando.
Dicen que un día estaba muy enferma, casi muriéndose, y le mandó llamar a la hija ausente, pero que la muy… mandó decir que no podía ir porque se estaba haciendo las manos ya que tenía una boda por la noche, pero le dijo a la hermana que es la que vé a la mamá, “y para qué me quiere ver a mi, si yo no soy doctora” me trajo a la mente, la misma indolencia de la reina María Antonieta de Francia, que cuando preguntó por qué protestaban sus vasallos en las calles aledañas a su palacio, uno de sus consejeros, le dijo: “es que quieren pan” y ella les contestó: “pues dénles” el empleado, le respondió que no había pan y la soberana, con una sonrisa burlona le dijo: “pues dénles pasteles”.
Esta historia que les cuento de la hija maldita, es real y ocurre en este tiempo presente en nuestro pueblo globero y patriota, aunque quienes me leen por primera vez, han de pensar que soy muy exagerado, pero ustedes, queridos lectores, que me conocen desde muchos años, saben que a veces trato de disimular las historias para no herir a víctimas inocentes como en este caso que a mi me parte el alma por lo que implica el sufrimiento atenazante de una madre herida en su oficio secular de guardiana de la sangre heredada a sus jijos.
Yo digo, que todo se paga, pero esta pérfida mujer, piensa que Diosito santo no se da cuenta de sus villanías, y en su divina justicia, un día le hará pagar estos pecados de olvido en donde más le duela, porque dice una ley del talión que “con la vara que midas serás medido” yo, por eso, siempre mido sin vara. Ya dije.

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