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jueves, 5 de febrero de 2009

Historia "vedírica"

Esta es una historia “vedírica” (como dice mi hermana Nena) pero estando en un territorio en el que reina la anarquía, en un pueblo sin leyes de Dios ni de los hombres, en el cual, los culpables de nefandos crímenes, en lugar de recibir castigos ejemplares, les otorgan premios, y a veces, hasta puestos públicos, ninguna autoridad ha hecho nada para que este ratero con sotana reciba su merecido.
La historia es tan simple, que si yo, un sencillo pergueñador de frases en una inocua columna, me he enterado del teje maneje de este sacerdote, no dudo, que algún coordinador de misas o peregrinaciones al Santuario de la Virgen Guadalupana de nuestra diócesis ya lo sepa y no haya hecho nada para que este fraudulento cura, pague por sus pecados, que en la vida real, no se consideran así, sino delitos graves que se tienen que castigar con la cárcel.
Al Padre lo conoce toda la gente del pueblo, y saben quien es, donde se mete, cuáles son sus correderos y gustos, así que si ninguno de los que están a cargo de los pastores de nuestra iglesia ha hecho nada para castigarlo es porque no han querido, y estando así las cosas, sólo hay que pedirle al clero, para los que no sepan de estos asuntos espirituales, el alto clero es la casta política de los padrecitos, que vuelva a instaurar el orden santo a su cuerpo de evangelizadores, tampoco, quiero que se erija nuevamente la Inquisición que ya con Torquemada y sus torturadores no nos quedaron ganas de padecer tan horrenda etapa de la humanidad, pero si, que abran un expediente para que al investigar al sospechoso cura que no oculta la cruz de su parroquia ni siquiera por pudor a sus fieles, salgan a relucir los hedores de sus cloacas espirituales.
Un día, en mis reflexiones profundas, dí en pensar que ya no debería de congregarme en esa parroquia y que tan lioso como soy, tendría que armar tremendo escándalo para echarlo del templo, pero luego, entendí que ni soy Jesús para correr a patadas a los fariseos del templo ni los creyentes cristianos católicos tenemos que cargar con la culpa de pecados ajenos: “no dejes que sea una piedra de tropiezo” eso me dijo una santa mujer a la que le pedí consejo pero Rigoberta Menchú la noble mujer nobelada dice que: “el que no castiga a los malos comete una injusticia contra los buenos”.
Además, eso les corresponde a los encargados del tribunal espiritual, pero como ya es sabido, algunos, no quiero generalizar que si los hay buenos, se tapan con la cobija del disimulo y la apariencia para protegerse entre ellos como una cofradía tan antigua como la fé que profesan, pero ellos que si saben de las glorias eternas o del infierno perpetuo, deben saber que lo que no se paga aquí lo purgan en la otra dimensión.
A veces me dan ganas de que Enrique VIII el rey loco de Inglaterra resucite para que les quite lo sabroso, pero como tampoco nos fue tan bien con Lutero que protestó de todo y finalmente fue peor el remedio que la enfermedad, pero a lo que te truje Chencha y lo que estaba comentando es acerca de este padrecito disipador y pendenciero al que ya deberían llamar a cuentas para que se repliegue a las filas espirituales que lo gobiernan, pero ya que esta semana llevo dos al hilo, mañana, si queridos lectores, mañana mismo les platicaré acerca de otro padre de negra historia que se viaja por el mundo, que anda en las “uropas” –así decía mi tía Eugenia, a la que yo le decía Ingenia, porque era muy chistosa- y se trepa a su coche del año dejando a un lado sus votos de humildad y pobreza para la otra vida, porque con eso que estos son ambiciosos de vivir, de seguro ya está pensando que tales hábitos de cordura y paciencia, los deja para luego que venga El Señor y lo resucite como a Lázaro.
No se pierdan la columna del jueves que se va a poner muy buena y les aseguro que se van a informar de las peripecias del padrecito andariego que lo mismo desayuna en Paris que cena en Roma y todo por el mismo boleto pagado a costillas de las limosnas de sus fieles. Hasta otro momento.

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