Con el respeto que se merecen, yo difiero de los puristas del lenguaje, quienes aseguran que la intromisión de palabras procedentes del inglés, ha contaminado el idioma español norteño que usamos a diario en nuestra chula frontera.
Además, tampoco estoy de acuerdo en las formas que tienen para erigirse como los celosos guardianes de la lengua, digo, ni que fueran qué, claro que tampoco los descalifico, si no soy nadie para hacerlo, lo único que les pido es que le bajen dos rayitas a su volumen, porque además, es imposible llevar un estricto control de las palabras que se usan para la comunicación humana.
Yo no he leído tanto y las palabras que uso, son las que usaban mis abuelitos y mis papás, es decir, es lo que yo oí desde güerquillo en mi entorno familiar. Me acuerdo que mi amá usaba muchas expresiones en inglés para referirse a las contribuciones del predial o a las cremas que se untaba en la cara.
Y no solamente eran las palabras, sino las ideas que se estructuraban al ponerlas en hileras. Entonces también aprendimos a pensar con los anglicismos o los nuevos vocablos de un español enriquecido que nos obligó a la reflexión.
Todo este borbotón de palabras ha sido nada más para comentar que el ensayista Alfredo Arcos, en su sexta charla-lectura abordó un tema muy ad hoc a nuestra norteña manera de hablar, y aunque él diga que no quiere una sobre exposición de su persona, yo como quiera tengo la obligación de publicarlo, además ni es tanto, ya que solamente lo cito una vez al mes, y a veces hasta se me olvida y ni siquiera pongo su nombre.
En esta ocasión, me interesó especialmente el tema, ya que habla del autor Daniel Sada, oriundo de Mexicali, y de su novela: “Porque parece mentira la verdad nunca se sabe”. Arcos, Alfredo dice: El norte mexicano y sus metáforas es uno de los protagonistas evidentes no sólo de esta novela sino de gran parte de la obra de Daniel Sada. En estos trabajos ha buscado con paciencia de arqueólogo el habla y los giros vernáculos”.
De eso era lo que hablaba en líneas anteriores, de la manera en que el lenguaje influye hasta en la forma de ser y yo considero que si los norteños hablamos casi a gritos, es por un sentido de supervivencia innato y grabado en nuestro disco duro, ya que antes, mucho antes, no había paredes que detuvieran nuestras voces y para entablar un diálogo se tenía que gritar para que literalmente, a las palabras no se las llevara el viento, y vaya que los norteños sabemos gritar, tal vez por eso, dicen, los bulliciosos del sur y los mochos del centro, que somos “gente franca y sencía”, porque no podemos ni sabemos hablar en secreto.
Alfredo Arcos, en su ensayo, agrega que: “Porque parece mentira la verdad nunca se sabe es una novela construida con los elementos tradicionales: ejecución de una trama, invención de un tiempo, voces narrativas, confección de personajes y, por todo, y sobre todo, un lenguaje. Las palabras, el caudal de palabras, un español regional, añejo, desértico de tan poblado. Es el lenguaje, sin embargo, el corazón de esta novela”.
El evento se llevó al cabo el lunes 30 de junio en la Biblioteca del Centro Multidisciplinario de la UAT y aunque no acudió una multitud, si los suficientes para impartir la eucaristía de la transustanciación de la palabra.
Lo único que no me gusta de esos eventos es que no te dan ni aguita para pasar los tragos amargos, pero ni modo, ya se sabe que estas cosas organizadas por los departamentos culturales, son entre raras y lo que les sigue.
Arcos, Alfredo finalizó su alocución: “Quizá sea muy pronto para calibrar con justicia el lugar de Daniel Sada en la narrativa mexicana y sin embargo no dudaría en señalarlo como un autor recomendable: parafraseando a Rafael Lemus, “no sabemos que tan bueno es, reconocemos su importancia”.
Han de decir que como friego con lo mismo, pero antes de despedirme, le reitero al escritor, que una vez al mes, no es una sobre exposición, si esto fuera de todos los días ya le hubiera pasado factura.
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