El domingo, esperé pacientemente a que diera inicio la
ceremonia de entrega de los Oscares, por supuesto, que no le doy más
importancia de la debida, finalmente, los premios de la petulante academia, no
trascienden más allá de un fugitivo instante en la pantalla de la televisión,
siempre lo he dicho, el verdadero galardón para una obra de arte, es que, haya
ojos que la observen, sin esa atención de los espectadores; una película, una
pintura o un poema, son materia inerte, es la gama de sentimientos de quienes
las disfrutan, los que las transforman en vivencias sobrecogedoras, yo estaba
seguro de que Bichir no obtendría la estatuilla, pero no porque no la
mereciera, al contrario, su actuación es muy real, es decir, no parece que está
actuando, sino que lo está viviendo, Demián es uno de esos actores que se despojan
de sí mismos, para permitir que su personaje se adueñe hasta de su modo de
andar, dicen que los ojos son el espejo del alma, y si ustedes, amables
lectores, se toman el tiempo de asomarse a la película “A better life” se
llenarán de asombro ante el inmigrante mexicano que en las pausas de sus gestos
y en la elocuencia de sus miradas, narra el miedo de vivir una vida que nunca
le ha pertenecido del todo, y es que, a cada paso, en cualquier esquina, detrás
de una ventana, desde el fondo de un carro, alguien lo podría delatar como un
impostor que no merece estar pisando el suelo gringo, ese es el verdadero drama
de Alejandro Galindo, que vive de prestado, que lo único suyo, es su hijo, un
adolescente cabrón, que no se percata de la gran tragedia interior que padece
su padre, no sé donde lo leí, pero tampoco me voy apropiar de la frase, si no
soy Sealtiel Alatriste, “todos somos inmigrantes”, esa es la absoluta verdad,
miren, por ejemplo, yo soy hijo, nieto, bisnieto y tataranieto de nómadas, mis
bisabuelos son negros haitianos, mis tatarabuelos tenían sus orígenes en
distintos pueblos de México, y ellos, a su vez, provenían de diversas razas con
rumbos separados del continente, en nuestro pauperizado país, ha existido un
constante flujo de abandono de esta tierra, por muchas y variadas razones, pero
la principal, es que se están muriendo de hambre, es un primitivo instinto de
supervivencia lo que los impulsa a cruzar la frontera sin más destino que el
abuso a su condición de jodidos por los huleros patrones que los esclavizan
para engordar sus cuentas bancarias, y a pesar de ello, todos se dejan abusar
porque no les queda de otra, el argumento de la película en la que se rescata
la formidable actuación de Bichir, es el mismo de siempre, no hay cambios en el
guión, no hay diálogos literarios, ni palabras deslumbrantes, ni siquiera está
la muchacha chicha de la película gacha, no hay escenas sexuales, ni amorosos
besos de un hombre a una mujer, todo se concentra en Alejandro Galindo que
trabaja de jardinero para los ricos, en el denodado afán de un sueño campesino,
que lo mueve a mejorar su condición de vida, pero sobre todo, el anhelo genuino
de que su hijo procree una nueva generación que no viva de prestado en una
tierra que si le pertenece, ya que, él si es nacido en Estados Unidos, en fin,
Bichir no ganó el Oscar, pero llevó a su mamá a la alfombra roja, y ese gesto,
de un hijo orgulloso de su jefecita, delata a un hombre de bien, por cierto,
ellos, los Bichir Nájera son de origen libanés, avecindados en Torreón,
Coahuila, perdónenme, ustedes, asiduos fans, que sin darme cuenta, me pasé toda
la presente columna en pura cháchara inconsistente y no les conté acerca de los
ganadores de los Oscares, pero mañana, si Dios quiere, les contaré de Michelle
Williams, una portentosa actriz que interpretó a Marilyn Monroe y estuvo nominada
pero no ganó el Oscar, solamente les digo, que su actuación es tan magistral que
es como si la sexy estrella se hubiese levantado a vivir.
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