Conocían su paradero, es decir, sabían dónde estaba y con
quien, pero de lo que nadie estaba seguro era si regresaría sano y salvo, de
repente marcaba por teléfono, ya que, de vez en cuando, le permitían hacer
llamadas, dicen que nadie tiene la vida comprada, pero a veces, una persona
puede burlar a su propio destino; no con artes de magia, ni poderes extra sensoriales,
no es necesario llegar a tales extremos, se trata, simplemente, de tener la
paciencia suficiente para que se acomoden las circunstancias, esperar es
desesperante, pero desespera más el tiempo que se vigila al tiempo, y así
transcurrieron los días; lentos y tortuosos, cada mañana era una nueva
oportunidad para sentirse vivo, E. Villa
estaba entendiendo a cabalidad lo que estaba por venir, sin embargo, la
esperanza de volver a ver a los suyos, nunca lo abandonó, tenía la certeza de
que lo dejarían irse, sin mayores explicaciones, no estaba equivocado, luego de
un mes, volvió a respirar aires de libertad, durante esas cuatro semanas,
Poncho A. Tovar había estado al pendiente de noticias que no llegaban, de
pronto, como para tranquilizarlo, “E” le hablaba al celular, sin decir nada
específico, sólo un saludo; dos o tres palabras que en el trasfondo expresaban
el mensaje de: “estoy bien”, la verdad, es que, tampoco había mucho qué decir,
el mismo día en que lo soltaron, Poncho había ido a la parroquia de san Judas
Tadeo para pedirle por la liberación de su amigo, a quien considera como un
hermano, ya que, le había demostrado su compromiso con él, ayudándolo cuando
más lo necesitó, los detalles son innecesarios, pero ya se sabe, que no toda la
gente ayuda a otro viéndolo en necesidad, la mayoría se aprieta las narices y
se van, antes de que les pidan favores o dinero, lo extraordinario, es que san
Juditas nunca le ha fallado a mi primo hermano, ni a mí, de hecho, en mi casa,
tengo dos altares; uno para la virgen Guadalupana y otro para mi san Juditas,
me cuenta Poncho, que “E” no le avisó hasta el otro día que estaba de regreso
en su casa y al lado de sus seres queridos, una razón más, para sentirse
agradecido con el santo de su devoción, por ello, por su inquebrantable fe, me
alegra mucho que venga a mi casa para narrarme los sucesos milagrosos, porque
uno debe dar testimonio de la ayuda recibida, además, nuestros intercesores
espirituales nada exigen, nada piden, pero relatando los prodigios a otros, es la
mejor manera de mostrar sus bondades para quienes son descreídos, y a partir de
estas historias reales, crean y confíen, por cierto, ese mismo día, Poncho me
llevó a la casa de su hija (mi sobrina) Karen, que unas semanas antes, se había
quemado completa, tienen que confiar en mí, queridos lectores, si les digo que
me impresioné al observar la destrucción total de la vivienda, yo, que había
estado de visita varias veces, quedé asombrado por encontrarla reducida a
escombros y cenizas, se lo dije a Poncho, esto era como para que nadie saliera
vivo, gracias a Dios, Karen y su esposo Iván salieron de inmediato antes de que
la lumbre llegara a los tanques de gas, ya que estaban en la calle, explotó
todo, el incendio fue tan voraz, que no había posibilidad de que quedara piedra
sobre piedra, después nos trasladamos a Soriana para comprar unos membrillos, y
ya ven, ustedes, asiduos fans, que esa tiendota presume que tiene de todo como
en botica, pues les tengo que avisar a los gerentes que es mentira, total que
me quedé con el antojo, pero mi prima Adriana que andaba en HEB, que ahí si hay
de todo, hasta nieve Häagen-Dazs que es mi favorita, me los iba a comprar, en
fin, que para ser san Lunes, la presente columna, ha quedado redondita, ya que,
he podido cumplir el cometido de dar testimonio del relato de mi primo Poncho,
para que conste en actas de que la fe no solamente mueve montañas, sino también
provoca milagros.
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