Con la tragedia de Japón, ahora sí, se han hecho preguntas directas a los gobiernos de todas las naciones que son susceptibles a sufrir terremotos de alto impacto, y naturalmente que nuestro país, no podía ser la excepción, así que la mayoría de los sesudos periodistas de los medios nacionales difusores de noticias, se han dado a la tarea de realizar las investigaciones correspondientes, y qué creen que han encontrado después de su exhaustiva indagatoria, exactamente, ustedes lo han adivinado, no se ha hecho ni madre, claro que, como a nuestros políticos les vienen valiendo sorbete las vidas de los mexicanos, pues han preferido hacer grilla vernácula, que implementar programas que ayuden a resistir la emergencia de un posible sismo, sobre todo en la capital, que ya se sabe, está enclavada sobre arenas movedizas y ni modo que se realice un éxodo repentino a los pueblos aledaños de tantos millones de seres humanos, como decía mi tía Tencha, les saldría más caro el caldo que las albóndigas, ahora sí, que con esto, bajarán los bonos del dizque mejor alcalde del planeta, el carnal Marcelo Ebrard, y de presidenciable, saldrá tan raspado, que de seguro, no estará considerado dentro de la baraja de los pro hombres mexicanos del siglo veintiuno, y ya sé, que él no tiene la culpa de nada, pero a estas alturas, después de 25 años del gran terremoto de 1985, en el que hubo tantos muertos en la capital, que se cayeron muchos edificios, en el que, de una dentellada, la tierra se tragó de un solo bocado a miles de mexicanos que ni cuenta se dieron a la hora en que les llegó la muerte, ya que ese sismo tuvo lugar a las 7:19 de la mañana, el D. F tendría que poseer un mecanismo de alertas para cada habitante de la gran capital, tal como se implementó en Japón, para que en cada celular se diera el aviso de que sobrevendrá un movimiento telúrico con 20 segundos de antelación que podrían servir para ponerse a salvo de la catástrofe.
Yo, que tuve la gran desgracia de padecer uno que otro temblorcillo en el D. F les puedo asegurar, queridos lectores, que se siente la “muerte chiquita”, y eso que, se supone que en el sur, donde estaba ubicada mi oficina, no era una zona sísmica, o al menos no de tan alto grado de tembeleque, así que, el hecho de que nuestros funcionarios no hayan hecho nada para tratar de paliar un poco los efectos de un posible terremoto en la gran Tenochtitlán, que lamentablemente, nadie lo podrá evitar, además, podrá ser de un momento a otro, claro que, nadie lo desea, pero esto no se trata de echarle la sal a nadie, sino que es cierto que existe una gran falla sísmica alrededor del valle de México, nada más, imagínense, asiduos fans, si encima de eso, la ciudad está cimentada en un terreno poroso, lleno de mantos de agua, que no tiene ninguna consistencia para soportar las fracturas del planeta que serpentean por las entrañas del D. F, ya sé, que eso suena a una película de ciencia ficción, pero les aseguro que es la pura realidad.
Los Topos, aquellos héroes paisanos que ayudaron a las autoridades ineptas comandadas por Miguel de la Madrid, el grisáceo presidente mexicano de aquel entonces, de cuyo nombre no quisiera ni acordarme, pero que está ligado a uno de los eventos más trágicos de nuestra historia contemporánea, son los únicos que con más voluntad y pericia, se han dado a la tarea de viajar a todos los lugares del mundo, que han sufrido uno de esos coletazos infames de la naturaleza, pero aparte de estos grandes hombres, no ha habido ningún programa de gobierno para enfrentar un sismo, ya no digo, de 9.0 como en Japón, sino, ni siquiera de 5.0, y súmenle a eso, que la corrupción a la hora de otorgar los permisos de construcción de los recientes modernos edificios, pues de seguro, han sido pocos los que han de haber cumplido con los requisitos de reforzamiento y tecnología para aguantar un terremoto, en fin, ojalá me equivoque y que si ocurre, no pase a mayores. Oremos.
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