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jueves, 24 de marzo de 2011

Liz Taylor

Elizabeth Taylor, poseedora de una belleza única e inigualable, acaba de morir a la edad de 79 años, fue gran amiga de célebres personajes de la farándula, actriz regular que hizo más churros que buenas películas, a la que se le recuerda por sus constantes amoríos, aunque es verdad, que apasionada como era, se casó ocho veces y en dos ocasiones con el supuesto amor de su vida, el actor Richard Burton, pero no siempre buscó adinerados, ya que, en franca decadencia física, en uno de sus raptos amorosos, contrajo nupcias con el albañil Larry Fortensky, supongo que, por lo menos, le ha de haber salido gratis el enjarre de su espléndida residencia en Beverly Hills.

Yo, la verdad, no tengo grandes recuerdos de esta hermosísima actriz inglesa de padres norteamericanos, la película de ella, que más veces he visto, es “Gigante” en la que aparece al lado de James Dean, el rebelde sin causa que murió muy jovencito, luego de andar por la vida retando a la muerte, trepado en carros a gran velocidad, a mí, me lo aconsejaba mi tía Espiridiona, cuando yo le replicaba que, cuando te toca te toca, y la viejilla sabia, socarrona, me aconsejaba: “si, pero no te pongas en el tocadero” y éste, siempre se puso, hasta que un día le tocó.

Su vida estuvo plagada de homenajes constantes a su deslumbrante belleza, en su cara, destacaban sus ojos color violeta, aunque si a mí, me hubieran dado a elegir, entre Liz Taylor y María Félix, francamente, hubiese escogido a La Doña, y no sólo por su carácter atravesado, sino porque en realidad, tenía tipo de diosa, aunque es verdad, que jamás se le vio muy jovencita, ya que la diva mexicana, empezó su carrera cinematográfica, a la edad, en la que todas las grandes estrellas de su época, se retiraban a la vida contemplativa, y Liz, pues creció ante las miradas de sus fanáticos, de niñita a adolescente y de jovencita a mujer.

Liz Taylor fue una de las primeras integrantes de la farándula a la que se le vio hacer eventos de caridad con tan buena suerte, que siempre recaudó fondos financieros para su propia fundación de ayuda contra el Sida, por cierto, y conste que no quiero manchar las reputaciones de los muertos; dos de sus mejores amigos de la época de oro del cine mundial, siempre navegaron con banderas de machirrines, pero en la intimidad, a Rock Hudson y a Mongomery Clift, les encantaba jugar a las cebollitas y a las manitas calientes, pero, bueno, eso sería, lo de menos, lo realmente importante, es que, a raíz de la muerte, por haber adquirido el virus de inmunodeficiencia adquirida, de varios de sus compadres, se dedicó en cuerpo y alma a abanderar dicha causa, que, gracias a Dios, en los años recientes, ha dado buenos frutos gracias a las investigaciones científicas auspiciadas por la fallecida actriz y muchas otras personalidades que apoyaron la lucha, gracias a la enorme publicidad generada por Elizabeth Taylor, a quien, por cierto, de la tos le daba el catarro, fue operada en más de veinte ocasiones, era diabética, pero nunca perdió su hermosa sonrisa, ya sé, lo que van a decir ustedes, queridos lectores, que como ya está muerta, pues ahora le van a salir todas sus virtudes, y algunos, de sus admiradores, seguramente la van a querer trepar a los altares, pero, digo, no es para tanto, lo que ocurre es que no todos los días se muere una gran estrella, la que, en el desarrollo de su trabajo histriónico si era una excelente actriz, solamente que sus múltiples escándalos amorosos y sus constantes devaneos sexuales, pues la convirtieron en carne de los paparazis, que en aquellos gloriosos años, todavía no se les conocía con ese sobrenombre, en fin, que el colofón de esta Guillotina, sea para Liz Taylor, la veleidosa mujer, a la que se le apaga su estrella en las marquesinas para siempre y comienza a convertirse en mito. Ya dije.

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