Los guachos, es decir, los soldados, andan desatados en mi barrio de La Loma y ya han golpeado a varios huercos de familias conocidas de toda la vida, no digo, no, que deberían de dejar de hacer sus rondines de vigilancia, pero considero que se están extralimitando en sus funciones de celosos guardianes de la seguridad ciudadana, porque una cosa es que anden en búsqueda de los malosos y otra, muy distinta, que ante sus desconfiados ojos, todos seamos sospechosos.
Hace unos días, un chamaco estudiante, fue víctima de un asalto por los sorchos, iban trepados en tres camionetas; todos encapuchados, uno de ellos, le preguntó que qué andaba haciendo en la calle a esas horas, y apenas eran las seis de la tarde, el jovencito, que dicho sea de paso, no tiene ni pinta de malandrín, conste que no estoy estereotipando a nadie, ya se sabe, que hay algunos criminales que parecen ejecutivos y son más ladrones que un alcalde en el año de Hidalgo, se extrañó de que lo detuvieran para hacerle semejante pregunta a una hora en la que sale de la prepa, estaba a unos cuantos pasos de la placita Miada, precisamente, subiendo por la lomita de la Colima, claro que el pobrecito, jamás se imaginó que todo ese operativo militar se movilizara con su veintena de hombres armados hasta los dientes, bueno, es un decir, que algunos de los integrantes ni dientes tienen, para encañonarlo como si el indefenso niño, anduviera en una de troconas blindadas, de esas de las que dan harto miedo si se aparecen en un callejón oscuro, y sin más ni más, cuentan los testigos oculares de los acontecimientos, que lo inmovilizaron, aunque ya estaba paralizado del terror, porque estos tienen la consigna criminal de la revolución, “madreatelo y dispués viriguamos”, dicho y hecho, le sorrajaron dos batazos en las nalgas con tal furia que casi lo dejan inutilizado para sentarse por varios meses, a mí lo que me parece un exceso, es que sean tan salvajes y que actúen con ese criterio, de que ellos pueden hacer y deshacer a su antojo, que al cabo están violentando a los ciudadanos con la protección de la ley, por dicha razón, insto a las autoridades castrenses, que les digan a sus muchachitos que no se pasen de vivos, estoy de acuerdo, en que, como dijo don Carlos Pascual el embajador gringo incómodo en los cables filtrados de wikileaks, que son medio cobardes a la hora de entrarle a los cocolazos con los bandidos gargantones, por supuesto que, entiendo perfectamente su pánico al andar por esas calles de Dios con el rifle en la mano y que de pronto se les aparezca el chamuco en cualquier calle, pero el hecho de que estén temerosos de su integridad, no implica que, vean moros con tranchetes ni paisanos con machetes y se mazapaneen a cualquier peatón, porque al rato, vamos a tener que cuidarnos de ellos, de los otros, de los amigos de estos otros y hasta de sus compadres.
A mi decente casa se han apersonado con ínfulas de que ellos las pueden todas, claro que no se han metido a catearla, porque ni siquiera este digno personal del ejército con todo su poderío, tiene potestad sobre el derecho inalienable de la propiedad privada, que por sí ustedes no lo saben, queridos lectores, es una de las garantías individuales de las que gozamos todos los mexicanos, dicen, que el que nada debe, nada teme, pero como también se sabe que, a veces, pagan justos por pecadores, pues, los integrantes de mi honorable parentela, se asustaron con justa razón, en fin, que conmino a los soldados, a que no anden madreando gente indefensa e inocente, que se fijen bien en las personas que detienen, y que entiendan, de una vez por todas, que los ciudadanos mexicanos tenemos el derecho de transitar libremente por nuestras calles, sin temor a que nos asalten ni los unos ni los otros, ya bastante tenemos con lo que nos está pasando, para que encima, tengamos que vivir a salto de mata en un campo minado erizado de violencia. Ya dije.
No hay comentarios:
Publicar un comentario