Lo dicho, México es un país de gordos irredentos, y no es porque me la dé de sabihondo, ni de muy informado, pero ese ramalazo ya se veía venir, si sólo hay que ver los menudos ejemplares que deambulan por nuestras calles, el otro día anduve en Smart de avenida México, y vi trepándose a la báscula a un angelito que mínimo pesaba 180 kilos, me quedé cerca del lugar para ver si lo aguantaba la máquina pesadora, el ejemplar norteño, subió un piecito y luego, con trabajos, movilizó el otro, pues no me lo van a creer, la aguja llegó al tope, y salió un papelito que decía: “orale cabrones súbanse de uno por uno”, así que mejor puse pies en polvorosa para llegar al departamento de carnes, solamente que al ver los precios estratosféricos, mejor me fui a salchichonería y compré 100 gramos de salchichón.
Acabo de leer una noticia alarmante en las páginas de Líder Informativo, en el sentido de que Nuevo Laredo está considerado como el paraíso de los gordos, lo cual quiere decir que en el globero pueblo somos muy aficionados a comer garnachas, frituras, tacos y todos esos antojitos que son muy ricos, pero que no dejan nada bueno para las arterias y demás menudencias de nuestros entresijos, y yo lo entiendo perfecto, quién chingaos le va a decir que no a una orden de tacos del Venado, con su salsita bien picosa, o a unos tacos de El Güero que se volvió célebre en el barrio de La Loma porque los sirve con redilas con su salsa cruda de pico de gallo, o los lonches de Salazar que son una verdadera delicia gastronómica, ni que decir de las carnitas de El Rancho, que son sabrosísimas, aunque en ese restaurante todo es demasiado sabroso, por eso, pocas veces me paro en el local, a menos de que me invite algún amigo pudiente, la verdad es que entiendo muy bien a los paisanos obesos, ya que no hay posibilidad alguna de sustraerse de los sabores de nuestra cocina vernácula, que será reducida en nutrientes pero muy amplia en sensaciones placenteras.
El otro día fui por 200 pesos de tacos dorados de la Obregón, esos que llevan su repollo con una salsa bien cabrona de picosa y tengo que confesarles que me los comí todos, claro que como estaba de visita en la casa, mi tía Espiridiona, y como según sus propias palabras: “con esos tacos me envenenas”, pues aprovechando el viaje le espolvorié tantito raticida, que, por cierto ni cosquillas le hizo, ya que mi sacrosanta parienta está bien llena de vida, es decir, los bichos microscópicos le hacen lo que el aire a Carstens, por cierto, la investigación es de la UAT y no sabía que esa casa de estudios, realizaba sesudas investigaciones al respecto de los temas neurálgicos que atañen a la población, la encargada de dicha Unidad Académica Multidisciplinaria es la Dra. Octelina Castillo, dicho sea con todo respeto, tiene nombre tan inédito que ni siquiera en mi folclórica familia lo había escuchado, los resultados son francamente aterradores, miren ustedes, queridos lectores, en los preescolares la incidencia con sobre peso y obesidad es del 26% y en el nivel primaria es de 44%, lo que significa, que cuando estos huercos entren a la adolescencia serán unos regordetos que no podrán agacharse ni a jugar a las canicas, o sea, que el futuro de los fronterizos tamaulipecos será muy gordo si no se toman cartas en el asunto, lo bueno de saber los datos exactos es que ya no hay manera de que los maestros sigan permitiendo que las cooperativas escolares sigan abusando con sus alimentos chatarras, ya sé, si eso me queda muy claro, ese cáncer comercial en las primarias jamás podrá ser erradicado en su totalidad, así que toca a los padres de familia, poner un freno a sus vástagos, o lo que es mejor, que no les den ni un solo centavo para que gasten a la hora del recreo y que desde los hogares los manden bien alimentados para evitarles esas engordadoras tentaciones. Ya dije.
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