Para unirme a las fiestas del Bicementerio, he tratado de comentar diversas anécdotas históricas durante este mes septembrino, pero hay una en especial que me interesa muchísimo, porque en los pináculos del poder los hombres se sienten capaces de emprender cualquier empresa en aras de agenciarse inmunidad e impunidad, hay casos actuales que dan pena ajena, como la relación sentimental de dos famosas políticas que arman unos desmadres en los tugurios a los que se meten, incluso, dicen que, a la gorda una vez la confundieron con Juan Gabriel porque entró con todo y mariachi a un congal para demostrarle su amor a la flaquita de su corazón, claro que todo mundo lo sabe, pero todo mundo se lo calla, porque esta es de esas de horca y cuchillo, no se anda con medias tintas y como todos la conocen por sus arranques de macho dominante, no vaya a ser la de malas y la pesquen enojada, hay quienes aseguran que es más terrible que la profesora Elba Esther, porque ella será feíta y disléxica, pero no es de tan malos hígados, se conforma nada más con apoderarse del dinero de sus agremiados, naturalmente que si tiene un estorbo pues le da un manotazo y sanseacabó.
Hace algunos días les platicaba acerca del noviazgo de Emiliano Zapata y el nuero del dictador oaxaqueño, Nachito De la Torre, pero no les conté los pormenores del matrimonio falso que lo unió por muchos años a Amadita Díaz la hija bastarda de don Porfirio Díaz, pues resulta que Amada deshizo su noviazgo con Fernando González hijo del general Manuel González, compadre del Kaiser, y como para hacerle un favor, sus amigas le presentaron nuevos partidos, el más notable, Nachito, amén de buen mozo y rico, tenía fama de caballero ideal, total que, para no hacerles el cuento largo, Amada se convirtió en objeto de envidia para las mujeres, pues había cautivado al soltero más codiciado del país.
La pareja casó por la iglesia el 16 de enero de 1888, en el oratorio de la residencia del arzobispo de México, Antonio Pelagio de Labastida; ya se sabe que estos religiosos católicos, siempre han sido entre lambiscones y lo que les sigue para sombrerearles a los ungidos por el poder, a cambio de jugosas limosnas, eso nunca ha cambiado y como dijo don Teofilito ni cambiará, ya que como todo sus afanes los realizan para mayor honra y gloria de Dios y de la virgen santísima, pues nunca se sienten pecadores al aceptar dádivas que usarán para propagar el evangelio por toda la tierra, y claro que dejan su guardadito para cuando se les ofrezca un viajecito por Europa, un carro del año o un reloj de oro,
José Juan Tablada, un escritor de los buenos, pero lame suelas como los hay muchos actualmente, empeñado en desvanecer los rumores que como nubarrones se cernían sobre la cabecita loca de Nacho De la Torre y Mier, que dicho sea de paso era pariente lejano de los Rainiero de Mónaco, y de él, decía el señor Tablada que era un deportista consumado que le gustaba el Polo, la equitación y los toros, pero lo que nunca dijo, fue que le encantaba vestirse de mujer en sus ratos libres y que al treparse a los tacones caminaba como perico purgado, casi casi igualito que mi tía Carmela que la pobre era cascorva, además que le encantaba jugar a las manitas calientes con sus comadres las jotitas aristócratas, que naturalmente estaban bien casados con señoras de alta alcurnia, ya se sabe, la unión de apellidos afrancesados con fortunas sólidas de los ricos hacendados de aquella aciaga época.
La pareja De la Torre-Díaz parecía a poseer todo para ser felices, pero desde la noche de bodas el esposo pretextó cansancio, problemas y trabajo para no hacer vida íntima con Amada. Pronto, la mujer se enteró de los rumores que acusaban a su marido de tener otras preferencias sexuales y con las frecuentes francachelas que el hombre organizaba para sus amigos en el palacete conyugal del Paseo de la Reforma, aquel famoso 41 del que ya les hablé recientemente. ¡Viva México!
jueves, 9 de septiembre de 2010
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