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martes, 9 de diciembre de 2008

No hay alta sociedad

En nuestro pueblo no hay una alta sociedad como tal, digo, hay gente que ha amasado un capitalito considerable y los estudiosos del comportamiento humano, aseguran que la prosperidad económica se produce al mismo tiempo que el auge intelectual, la salud de los cuerpos, la producción artística y la belleza hasta en los modales, y eso es cierto, porque el dinero otorga muchas facilidades, a lo mejor no alcanza para comprar el amor o la felicidad, pero si para adquirir algo parecido, porque los ricos, aún los más feos, se casan con muchachas muy bonitas o las niñas no muy agraciadas eligen a un paupérrimo adonis para mejorar la raza, y de esos ejemplos tenemos muchos en Laredo.
En el baile de Blanco y Negro de Los Leones, había niñas muy lindas y apuestos jovencitos, y uno piensa que así va a estar toda la familia, pero al notar en la mesa a donde se sientan, uno se maravilla de asombro al observar a una mujer preciosa al lado de un enanito panzón con cara de chucky o al revés, un hombre muy galán con un bodrio –palabra de diccionario- mal hecho y más bigotona que Ana Gabriela Guevara, pero claro que eso es más viejo que la roña, es un fenómeno mundial y de todos los tiempos, acuérdense del infausto matrimonio de la angelical actriz jolivudense Grace Kelly que se casó con el horrendo príncipe Rainiero de Mónaco, que además de cabezón tenía facciones como de monja lesbiana, pero como era miembro de una de las Casas Reales más renombradas de Europa, pues la ambiciosa artista prefirió tener una corona ceñida sobre sus sienes que casarse con el amor de su vida, y así le fue, porque las dos hijas le salieron prostitutas, el varoncito es más joto que Juan Gabriel y lo peor de todos, es que no hay posibilidades de que sus torcidos destinos cambien para mejorar, yo creo que esta preciosa mujer, que de seguro es una calavera exquisita, no ha de descansar en paz.
No sugiero que se cambien esas formas de comprar marido o venderse al mejor postor, pero francamente me da pena ajena al ver a algunas incautas que se casan con monstruitos creyendo que obtendrán las perlas de la virgen, podrán viajar en primera clase por todo el mundo o que comerán pechuga de ángel todos los días, y lo que consiguen, es tener una vida más o menos cómoda, sin lujos excesivos, gastos bien controlados por la suegra y una inscripción a la nómina de la empresa familiar para vivir de su sueldito, claro que si bien les va, la suegra les paga las colegiaturas de los niños, pero ni un centavo más, así que las tálamicas aventureras que quisieron vender caro su amor se tienen que conformar con poquito, eso si, es un hecho, que al casarse con los integrantes de apellidos rimbombantes y fortunas establecidas, consiguen colarse con invitaciones forzadas a todos los sitios mejores del globero terruño fronterizo.
Venderse a un pobre diablo con dinero es peor que vender el alma al diablo, y no lo digo yo, sino los abundantes ejemplos de prefiguraciones espirituales que pululan en nuestra sociedad, que son hijitos de mamá a los 40 años, hermafroditas morales a los 50 o pedófilos encubiertos por la religión, lo malo y lo peor es que eso pasa ante nuestros ojos con la complacencia de todos, lo nefasto es que mientras los parámetros se rompen y los linderos de la conciencia se desdibujan, se pierde hasta la confianza en el destino, pero lo más cruel es que algunas y algunos, se vuelven víctimas de su criminal proceder, se tornan en rehenes de su propia codicia y terminan enamorándose de sus raptores de una manera enfermiza, como suele ocurrirles a los que son arrancados de su realidad diaria para encerrarlos en contra de su voluntad, esa deformación del criterio se llama “Síndrome de Estocolmo” y a lo que yo me refiero, se denomina familia que según los que saben mucho, es el núcleo y motor de nuestra sociedad por los siglos de los siglos santos, amén.

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