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martes, 9 de diciembre de 2008

Claudia Cantú Richer

Ya sé que me tardé muchos días en comentarles acerca del baile de Blanco y Negro pero resulta que tuve que ir de ida y vuelta a un forzado viaje fuera del pueblo y todas estas columnas que han leído durante la semana, las he confeccionado casi sobre las rodillas en mi laptop Olivetti, por supuesto que mi objetivo principal al redactar esta Guillotina, es comentarles los chismes más recientes respecto a los saraos –palabra de diccionario- originados en ambos Laredos, pero tampoco es cosa de que me regañen, si casi nunca he faltado a mi promesa de tenerlos informados de todo cuanto ocurra en esta globera y patriota ventana de la patria mexicana.
Sin mayores preámbulos, tengo que contarles que la fiesta en Blanco y Negro estuvo de lujo, un súper ambientazo, todas y todos muy elegantes, al menos yo no vi a nadie que faltara a las reglas de etiqueta, urbanidad y buenos modales, aunque había uno que otro prietito en el arroz pero tan insignificante que casi ni se notó o al menos nadie lo notó demasiado, yo me percaté porque para eso voy a esas grandes galas de nuestra ampulosa sociedad porteña.
A mi nunca me ha gustado que permitan la entrada de comida a este tipo de eventos, porque luego hay muchos abusivos que con tal de tener la boca llena durante la noche, son capaces de meter hasta tacos de La Única, lonches de El Popo o tostadas de la Siberia que serán muy ricos y lo que ustedes quieran, pero luego la Cueva empezaría a oler a fonda barata como si fuera un baile de Debutantes de la Mesa Redonda Panamericana que se ha acorrientado muchísimo, y es que en sus recepciones quinceañeras incluyen a gentita media pocha, con eso de que casi todas las niñas estudian en Laredo, Texas, pero no quiero hablar de eso, sino de la elegante Gala organizada por el Club de Leones de Nuevo Laredo presidido por el A. A Rubén López Escamilla que tengo que ser honesto y decir que se anotaron un diez más uno con la organización del certamen que aunque no obtuvo la participación masiva del año pasado en donde fueron casi 50 chicas embajadoras, ahora fueron menos de 30 y dentro de las cinco finalistas estuvieron: Claudia Alejandra Cantú Richer hija de Ramón Cantú y Claudia Richer que a la postre resultaría la ganadora de la corona del baile más emblemático de nuestra sociedad neolaredense, la que al final del concurso, le peleó el titulo, fue Maribel Mendiola quien quedó en segundo lugar, la que se colocó en tercer sitio fue Triana Chapa que según lo que yo oí entre los corrillos apretados de la Cueva, merecía haber quedado junto a la reina electa como segunda princesa, el cuarto lugar lo obtuvo Sonia Mariela Valle Garza y el quinto fue para Melissa Treviño Garza.
Ya se sabe que este tipo de concursos son así, entre polémicos y distinguidos, lo bueno es que ya en el bailongo se olvidan las rivalidades entre las porras que por cierto la que llevaba más ruido de simpatizantes fue Triana que portaba el mejor diseño de la noche, felicitaciones a sus papás y a Rosy Guzmán de la revista Imágenes que siempre elige embajadoras preciosas.
La Cueva lució espléndida con una decoración adecuada a la época otoñal y fue creación del talentoso Arq. Valdemar Saldoval Ortega quien ya tiene varios años poniendo la escenografía de los eventos leonísticos, por cierto que la coreografía corrió a cargo del Profr. Sergio Ramírez que ya cuenta con una gran experiencia y larga trayectoria en este tipo de eventos, amén que es un hombre con una vasta cultura que le imprime su sello personal a cada puesta en escena.
Por favor, no se pueden perder la columna de mañana, ya que en la edición de lujo de esta Guillotina doy detalles más acuciosos de todo cuanto ocurrió en los entretelones del baile de Blanco y Negro que puedo asegurar fue un exitazo de taquilla y una fiesta glamorosa a la que asistió la crema y nata de nuestra high society. Ya dije.

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