Los días de Diciembre, son muy alegres, de hecho, en todos
los sitios se conforman fiestas, y si hace un mes, olía a navidad, a estas
alturas del partido, a unas horas de tan dichoso acontecimiento, en cualquier
momento, el viejo panzón vestido de rojo, se aparecerá montado en su trineo, ya
sé, que ese mito de SantoClos es tan cursi, que no lo cree ni un huerco
retrasado mental, conste, que lo digo con toda la discreción que el caso
amerita, tampoco quiero ser el grinch para los chamacos que dada su ingenuidad convenenciera
se creen el cuento de que el señor del costal se mete a sus casas para dejar
sus regalos en el adornado pino, eso sí, las mamás, que son las más argüenderas,
les han inculcado la mentira de que Santoclos viene desde el Polo Norte, lo peor
no es eso, sino que, el pagador es el pobre padre que se mata trabajando para
poder comprar los juguetes, aunque los niños de ahora no se conforman con pedir
troquitas de plástico o ligasuras; en sus e mails, no piden menos de una
computadora, un XBox o un iPhone, ya se acabaron esos tiempos en que los
regalitos eran de un dólar y nadie se quejaba de lo modesto del obsequio, en mi
niñez, no recibí juguetes en estas fechas, éramos tantos hijos que si mamá les
compraba a unos, por justicia, les tenía que comprar a todos, no digo, no, que
eso marcó mi infancia, lo bueno de aquella época, es que, por suerte, todavía
se vivía en la decorosa medianía de una familia pobre con decencia y plenitud
de alegría, en ese entonces, no existían las grandes marcas de ropa, ni los
bienes suntuarios, es decir, esos que dan estatus social, que nadie los
necesita realmente, pero que sirven para picudear a los otros, sobre todo a los
más jodidos, no quiero ser un viejillo nostálgico como el dizque periodista que
escribía puras anécdotas cursilonas, pero los niños de antaño, por lo menos,
los de mi generación espontánea, disfrutábamos de la calle, y jugábamos a ser
felices; igual al futbol, al beisbol, al pin pon, al trompo, a las canicas o a volar huilas, es decir, no necesitábamos
nada más que nuestra imaginación y un afán de competitividad entre iguales, que
nunca fue más allá de un momento, o sea, si alguien ganaba a ser más rápido o
más fuerte o más hábil, era cosa de la euforia de un instante fugitivo,
después, nadie se acordaba, es decir, no había antagonismos permanentes, se
competía en buena lid, pero no existían los enconos reconcentrados, el mero día
24, nos íbamos a casa de doña Eva Nassar, comadre de mamá, que hacía un rosario
ante el nacimiento del niño Jesús, y luego del rezo, pasábamos todos a tomar un
dulcito, lo que en Laredo, dimos en llamar “colaciones”, que en realidad, no
eran tales, ya que, una colación es una porción pequeña de comida, pero la
costumbre de llamarlo así, se le quedó a la golosina de azúcar con picos, los
presentes, ante la recreación escenográfica del advenimiento del Mesías, cantábamos
a coro lo de: “tiritando de frío y llorando de dolor, en los brazos de María se
contempla el Salvador. Llega, llega, pecador. Llega, llega de rodillas. A
adorar al niño Dios. Que ha nacido en este día”, la anfitriona, vecina de toda
la vida, nos ofrecía tamales y champurrado a toda la runfla de huerquillos,
después pasábamos al enorme patio a quebrar una piñata, y así ocurrió durante
muchos años, en fin, dicen que recordar es volver vivir, pero bien tiene razón
don Juan Pérez Ávila al decir en su Plus Ultra que la única posibilidad de
vivir es el presente, lo demás, malo, bueno o regular, ya no existe, el pasado
en el pasado se quedó, las nostalgias son alegres recuerdos danzando entre
nosotros, hay que ser felices mientras podamos, este año, ha sido bueno,
lamento profundamente si alguno de ustedes, asiduos fans, ha tenido que pasar
una pena, les ofrezco mi solidaridad y cariño, en unas horas será 24 y hay que
rogar a Dios que nos mantenga unidos en familia, a gozar con los tamales y el
pavo, dejemos la dieta para otra ocasión. Felicidades.
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