El sábado, enfermo y triste, me puse a ver: “Pretty Woman”, la película me parece horrorosa en todos sentidos, aunque en su época causó furor en taquilla y obtuvo varios premios de cinematografía, francamente la historia deja mucho que desear, miren ustedes, queridos lectores, se trata de una piruja callejera que se casa con un hombre guapo, rico y poderoso, o sea, más absurda no puede ser, conste que yo no quería verla, pero dándole click al control remoto se quedó ahí como para que me diera la idea de confeccionar una columna respecto al tema.
La verdad es que nunca, bueno, ya aprendí a que nunca debo decir nunca, okei okei casi nunca, un hombre con dos dedos de frente se podría casar con una chica de la vida fácil, si esas son para lo que son y se acabó el cuento, digo, ya nadie se asusta de que las mujeres se ganen la vida como puedan, pero de eso, a que una de su calaña se case con un magnate hombre de negocios, ya sé que es una frase de la familia P-Luche, pero como lo que está de moda es plagiarse las ideas, pues tampoco me quiero quedar fuera de la moda actual, a lo más que algunos ricos han llegado es a casarse con una muchacha pobre bonita, trueque romántico conveniente para ambos, ya que el joven de posición acomodada compra una esposa radiante para lucirla en sociedad, y como estas buenas para nada, lo hacen como negocio, al firmar el acta matrimonial, se comprometen a lucir siempre hermosas con tal de que las saquen de trabajar, pues no tienen nada que perder y por mal que les vaya, tienen su chivito seguro y si el marido, que las compró, es generoso les da trabajo a los hermanos y arregla el tucurucho familiar donde siguen viviendo los suegros y los haraganes de sus cuñados.
La película “Pretty Woman” trata de que Edward Lewis (Richard Gere) es un rico hombre de negocios que viaja regularmente a Los Ángeles, donde se aloja en una suite de un lujoso hotel, el Regent Beverly Wilshire. Una noche se lleva al hotel a una prostituta, Vivian (Julia Roberts), con la idea de que se quede solamente una noche. A pesar de que Vivian es un tanto vulgar, ya que si de lejos parece, de cerca ni duda cabe a lo que se dedica, algunas de las actitudes displicentes la meten en líos, ocurre que como el tal Wayo requiere una dama de compañía para cerrar un jugoso negocio en el que se quiere chingar a un viejillo que está a punto de quedarse en la ruina, pues tiene la peregrina idea de contratar a Vivian para que sea quien se siente a la elegante mesa con tal desparpajo que a la primera de cambios, la pobre putilla por poco le saca un ojo a un mesero al internar extraer el molusco de su concha, claro que ella muy elegantemente ataviada pero sin los modales adecuados para presentarse en un evento de ese tipo, hace el ridículo con tal gracia que termina conquistando hasta al capitán de los camareros.
Richard Gere, que hace 20 años lucía bien, no que ahora parece que un perro se lo llevó en el hocico y luego lo dejó arrumbado en un baldío, se erige en defensor de la pobre chica (Julia Roberts), además de comérsela durante una semana por la módica suma de 3 mil dólares, y como un moderno Pigmalión la quiere transformar de una putilla esquinera a una gran dama de alcurnia, y digo, ni que tuviera varita mágica, que esas transubstanciaciones no son tortillas de harina, pero bueno, ya se sabe, que algunos son entre pendejos e ingenuos, la película como es natural, termina con final feliz, después de que Vivian y Edward se dan sus revolcones, pero eso sí, él muy caballeroso la lleva a la ópera, le regala ropa cara, la lleva a comer a buenos lugares, la última escena es el clásico desenlace de cualquier historia de amor, él llega en una limusina blanca y le pita y pita para que la princesa baje por una escalerita de caracol para apeñuscarse en los brazos de su amado. Pretty woman walking down the street pretty woman.
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