Hay quienes atacan a los guapos por ser exitosos en cualquier rubro de la sociedad, pero si no fuera así, la vida sería totalmente injusta, porque ni modo que las mujeres prefieran a los feos con caras de enanitos toreros y cuerpos de masacotes, o sea, si una dama tiene oportunidad de elegir jamás escogería (dije escogería…) a uno con cara de mojadito muerto flotando en el río, naturalmente que no, las que se casan con horrendos no lo hacen bajo su propia voluntad sino auspiciadas por sus ambiciosas intenciones de salir de la pobreza, tampoco hay que ser tan listo como para no darse cuenta de ello, pero si hasta en los dioses del Olimpo existía esa ética discriminatoria, Afrodita se casó con Hefestos porque Zeus que era el perrón del rancho, se lo exigió, dizque para que no hubiera pedos entre los miembros del selecto grupo de dioses, porque la tal diosa era tan hermosa que de seguro todos iban a andar detrás de ella, y como Hefestos amén de feo, tenía un genio de la chingada, pues la iba a traer cortita, como padrote a la piruja más guapa del congal, imagínense el carácter del cara de perro chato del Hefe (así le decía de cariño su vieja Afrodita) era el malhumorado Dios del fuego y la fragua, aunque el historiador Plinio El Viejo que era re chismoso, escribió que Hera la reina de las diosas lo echó de su lado, y eso que Hefestos era su hijo, porque le causaba asco de tan feo que estaba, así que, ya se habrán dado cuenta, queridos lectores, que la fealdad irremediablemente paga su cuota por ofender el buen gusto ajeno.
Yo siempre he dicho que nadie es culpable de haber nacido feo o guapo, esos son caprichos de los genes, pero nadie podría atacar a un galán nada más por el hecho de serlo, además, la belleza es mirada y nunca mira a nadie, por eso dicen que los guapos son muy creídos, porque pasan como La Bikina altiva y heroica, (ah no esa es la Tamaulipas tan desmadrada que padecemos), pero no es que sean desdeñosos, sino que su propia galanura los obliga a caminar como por una pasarela imaginaria, a veces, no es que se sientan más que los otros, sino que se alimentan de la envidia de los demás, que eso es muy normal, porque los que no pueden tener lo ajeno, dice san Agustín, les duele en el alma que otro lo tenga.
Hefesto como tenía que congraciarse con la hermosa Afrodita, porque siendo tan feo, no había manera de que ésta divina diosa lo amara de verdad, así que se la pasaba todo el día chifle y chifle porque le tocó en suerte estar comiéndose a la diosa de la belleza y forjó para ella deslumbrantes joyas, sin embargo a pesar de tantos mimos, halagos y homenajes, la infelicidad de Afrodita en su matrimonio hizo que buscara la compañía de otros, ya se sabe qué mujer que tiene marido sospechoso tiene 40 esposos, para no hacerles el cuento largo, Hefesto fue informado del adulterio que su esposa mantenía con Ares, vengativo como era y maquiavélico como burócrata resentido, atrapó ingeniosamente a Ares y Afrodita con una red de finas cadenas que había dispuesto sobre el lecho para que cayeran al más mínimo contacto, claro que un feo no tiene la mínima posibilidad de que si su vieja es muy bella, le sea totalmente fiel, ya me imagino lo que han de padecer los horrendos con señoras guapas, porque ni modo que sean tan pendejos como para no darse cuenta de que sus “conyugas” no se echen sus “maromas” extramaritales con algún hombre que sea de su gusto y si no les salen cuernos, no es por falta de méritos, sino más bien por escasez de calcio.
En fin, yo no digo que se mueran los feos, pero sí les sugeriría que no se exhibieran tanto en público, que no hay derecho de amargarle el día a persona alguna que tenga la mala suerte de voltear a verlos, que mejor se queden escondidos por los rincones como la muñeca traumada de la canción de Cri Cri, Ya dije.
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