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miércoles, 16 de junio de 2010

162 años

Digan lo que digan los historiadores, es mentira eso de que los pobladores ofendidos en su orgullo y heridos en su dignidad cargaron con sus muertos para trasladarse a este lado del río, porque solamente en uno de esos mitos absurdos, a alguien se le pudo haber ocurrido que la gente era mensa, si hay un abrevadero, bueno aunque fuera un charco, por puro instinto de supervivencia se apostan en las orillas, claro que es muy romántica la epopeya, casi como un capítulo completo de una novela de García Márquez, que los Laredenses luego de que les ofrecieron quedarse a vivir en lo que ya era suelo estadounidense, prefirieron seguir siendo mexicanos que arrimados en una tierra que ya no les pertenecía.
No soy un erudito en historia vernácula, dicha tarea se las dejo a los amorosos de la investigación que aseguran, eso sí, sin tener datos fidedignos, es decir, documentos fehacientes que lo comprueben, que son verdades absolutas los dichos de la gente antigua de nuestro solar fronterizo, por supuesto que no es mi deseo que se arroje al barranco de la nada la leyenda épica que por tantos años nos ha dado denominación de origen como orgullosos neolaredenses, tampoco soy tan villano, además a mí me gusta el cuento, es más, me lo he aprendido de memoria y lo he repetido muchas veces a quienes gustosos lo escuchan emocionados, claro que nadie se ha atrevido a contradecirme, porque lo reciben desde mi alborozado entusiasmo con asombro de conocer la leyenda que nos ha dado sustento como nativos de nuestro páramo.
El 15 de junio se cumplieron 162 años de la digna epopeya, claro que es un buen día para honrar a nuestros fundadores y que los prohombres de Nuevo Laredo, lo que cursilonamente algunos han dado en llamar “las fuerzas vivas” que no son otra cosa que los funcionarios de todos los niveles, naturalmente que llenan de arreglos florales el vetusto monumento a los fundadores para tomarse las fotos que al día siguiente inundarán las páginas de los periódicos locales los que aprovechan, faltaba más, faltaba menos, para publicar sendos reportajes de nuestra vasta cultura fronteriza, sobre todo lo que nos da esencia y presencia, desde los lugares de comida hasta las artesanías charras que venden en el mercado Maclovio Herrera y todo es válido ya que es una día feriado que cala hondo en el telar del alma.
Yo soy el más orgulloso de nuestras raíces, siempre lo he declarado, incluso, ustedes han sido testigos de que igual escribo de la lluvia o del calorón, de la carne asada o del viento que arrastra los olores de nuestra patria chica, de los atardeceres patrimonio intangible que los artistas han recreado, que de nuestras arraigadas y sencillas costumbres gastronómicas; de los lonches del Popo, de las hamburguesas Río, de los barrios viejos, nunca he escrito de su arquitectura porque no existe, bueno, no como algunos defensores nos quieren hacer ver que los equivocados somos nosotros y que las casas viejas que no poseen ningún estilo de nada tienen que ser consideradas como reliquias sagradas de nuestro paisaje urbano.
Nuevo Laredo acaba de cumplir 162 años y aunque sea mentira su epopeya, tenemos que cantarle las mañanitas porque a como están las cosas, que nuestra hermosa tierra llegue a esta edad, es un logro titánico y claro que no voy a hacer apología a la violencia, porque es sabido por todos lo que se está viviendo desde hace mucho tiempo, si hubiera que pedir un deseo antes de soplarle a las velitas del pastel, mi ferviente anhelo, como el de todo los paisanos de bien, espero, de verdad, con todo el corazón, que la justicia, la paz, la concordia y el bienestar sean una palpable realidad, que ahora sí, y de una vez por todas, disfrutemos de nuestra ciudad sin congojas ni zozobras nocturnas, que la vida nos sea más placentera, ya nos merecemos volver a vivir nuestro Nuevo Laredo como antes, como siempre. Felicidades a todos, paisanos, y que cumplamos muchos años más en compañía de nuestros seres queridos. Oremos.

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