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miércoles, 5 de enero de 2011

Supersticiones

Este año recibí fuertes lecciones durante un curso intensivo de dolores crecientes, pero fueron de tal magnitud, que al traerlos a la memoria, todavía hacen mella en mi contrito corazón, y es que, a veces, por absurdos y patéticos, nos sentimos dueños del mundo, sin percatarnos siquiera, que nuestro radio de acción se reduce a dos o tres metros a la redonda, más allá de ese perímetro, todo está libre de nuestra mala influencia, es verdad que hay algunos riquillos que se creen dueños del mundo, y no hablo de los del globero pueblo, que aquí hay unos que se sienten la divina envuelta en crema de chocolate solamente porque tienen una agencia aduanal, un restaurante o una cantina, y con la pena, pero esas no son riquezas, lástima que ni siquiera se den cuenta de que no hay posibilidad alguna de que eso sea verdad ni siquiera en sueños, porque la voluntad va a donde quiere, no a donde la fuerzan, yo, por ejemplo, no cambiaría por nada, el abrazo tierno de mi sobrino Fernandito o las rabietas de la cabrona de mi sobrina Mariana, además no hay dinero que compre el cariño de la gente, eso sí, todo mundo tiene un precio, pero eso no es amor, es interés y ya se sabe que se dice que tiene pies.
Esta es la primera columna dominical del 2011, y a sabiendas de que hay gente que nada más me lee este día, pues aprovecharé para desearles que este año nuevo sea mejor que el anterior, que de una vez por todas, los malosos que asuelan nuestras calles se aplaquen, que no sean tan cobardes, que se pongan con unos de su tamaño, estos son como los valentones de barrio, que asustan a los pendejos, pero ya que llega uno que se les enfrente, doblan los cuernos, así, con una bomba en la mano hasta yo soy temerario, y eso que soy tan miedoso que duermo con la luz prendida, ahora solamente les queda a los fementidos funcionarios que se pongan a trabajar de verdad, que se dejen de puros discursos baratos de campaña política, que con sus frases retorcidas y amaneradas ya no convencen a nadie, hechos son amores y no buenas razones, lo peor de todo, es que ellos mismos les creen a esos periodistas que compran con nuestro impuestos, que les echan flores y les lanzan besos envueltos en suspiros, diciéndoles que son los mejores gobernantes del país, o sea, eso debe ser una enfermedad venérea que les circula en el tuétano del alma.
Yo no soy muy dado a las supersticiones, confío en el poder de Dios y de su Madre santísima, dicen que cuando el Altísimo da una orden, hasta el diablo obedece, así que nunca he sido un hombre temeroso ante los embates del destino, pero también sé, que no me cuesta nada tocar madera o evitar pasar por debajo de una escalera, lo anterior lo digo, porque la Noche Vieja, hice el ritual de las uvas, bueno, con pasitas, porque no acompleté pa’ comprarlas, y es que costaban un ojo de la cara y como soy tuerto, pues me iba a quedar ciego, tampoco era cosa de dejar de ver, solamente para cumplir con un añejo ritual de que si uno se come las doce frutitas, una a una, a la mera hora que suenan las campanadas, se le concederán todos los sueños, ya sé, que eso es un mito, es decir una mentira que a fuerza de ser contada muchas veces, ha llegado a convertirse en verdad, en fin, que reitero mis mejores intenciones para que este 2011 esté colmado de buena salud, todo lo demás es muy fácil de conseguir, ái les encargo que si saben de una chambita de asesor güevón de la presidencia municipal, me recomienden con los que parten y reparten el apetitoso pastel de prebendas y canonjías del globero pueblo, les aviso que ya estoy tomando un curso de cómo quedar bien con los poderosos en turno, a ver si ahora sí, puedo comer con manteca tres veces al día. Ya dije.

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