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viernes, 21 de enero de 2011

Cruz, Cruz que se vaya el diablo...

Yo, como cualquier ciudadano de a pie, cuando requiero de algún servicio médico de emergencia, casi como un reflejo de supervivencia, inmediatamente me viene a la cabeza, el incondicional auxilio de la Cruz Roja, conste que no estoy llamando a la mala suerte, que un accidente de cualquier tipo, lo puedo tener en cualquier momento, pero no me refiero solamente a los automovilísticos, a los siniestros, o a algún atentado en la vía pública, eso es lo malo de no conocer los estatutos de la benemérita institución, que aunque parezca lo contrario, no tiene un dueño, es decir, no es una franquicia de hospitales que se dedique al comercio de salud a los mexicanos, ya sé que lo que voy a decir a continuación parecerá uno de esos discursos fiambres detestables que tanto daño han hecho a nuestro país, pero la Cruz Roja nos pertenece a todos los mexicanos, y si no me creen, asómense a las declaraciones de su director nacional Daniel Goñi que parece que ignora lo que pasa en los centros hospitalarios de urgencias de alguna ciudades del país, él recita, como si se lo hubiera aprendido de memoria: “A la sociedad le pediría que en estos momentos difíciles nos sigan apoyando, en marzo tenemos nuestra colecta 2011, porque no existe ninguna otra institución que con tan poco dinero pueda resolver tantos problemas”, es decir, que todos, con uno, dos pesos o un millón, somos los patronos de la tres veces heroica y centenaria Red Cross, que no nos vengan ahora con el cuento de que a causa de la violencia galopante no atenderán a los heridos, claro que no soy de al tiro un desalmado, si yo entiendo perfectamente a lo que se refieren, pero que al señor Goñi no se le olvide que la Cruz Roja nació para atender a las víctimas de las guerras, sin discriminar un bando del otro,
Estoy de acuerdo con él, cuando dice que, han adoptado esquemas de seguridad para evitar los riesgos inherentes en situaciones de peligro, además, por si ustedes no están enterados, queridos lectores, la mayoría de los paramédicos y colaboradores de la Cruz Roja, son voluntarios, es decir, no perciben salario alguno, lo hacen por amor al prójimo, por humanidad, para tratar de ayudar en lo que pueden, y yo, que conozco a varios de esta estirpe de valerosos héroes anónimos, doy testimonio de que, pesar de que no han hecho el juramento hipocrático, son tan apegados a esa ley de que mientras haya un hálito de vida, se debe luchar por salvar al herido, claro que ellos no son culpables de los errores administrativos de los directivos que quieren llevar agua a sus molinos, dando la cara de beatos benefactores cuando en la realidad usan a la benemérita para su propio bienestar, el de sus familias o de sus amigotes cómplices Daniel Goñi Díaz, dice que “tienen miedo” salir a la calle a atender determinados casos de violencia generalizada, pero no aclara ante la opinión pública, que ni él, ni ningún director de dispensarios o clínicas de la Cruz Roja, se arriesgan como los 29 mil voluntarios que literalmente dan todo por nada, en fin, que, a pesar de que yo me he vuelto desconfiado de los administradores de los recursos humanos, económicos o materiales de la institución, y no nada más por lo que he sabido por terceras personas perjudicadas en su salud, a las que no atienden si no exhiben el dinero contante y sonante o depositan una especie de fianza que les otorgará el derecho de que las atiendan en sus padeceres físicos, como quiera daré mi donativo durante la colecta anual que será este mes de Marzo, finalmente, aunque otros hagan negocio para engordar sus cuentas bancarias, hay un Dios que todo lo ve y todo lo juzga, y aunque ninguno de estos judas lo considere así, pagarán por sus crímenes de lesa humanidad, que nada escapa al ojo del Altísimo, y si son creyentes, entenderán que la vida pasa facturas, no es bueno lucrar con el dolor ajeno, y si los católicos de El Vaticano tuvieran más imaginación, ese sería el octavo pecado capital. Ya dije.

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